Como no hay nada más transversal que el tiempo y éste nos modela y nos hiere a todos, Joaquín Sabina también se despide de ustedes, como hizo Federico Sánchez disfrazado de Jorge Semprún. El último concierto de Sabina lleva ocurriendo desde que comenzó esta intensa gira de conciertos, Hola y adiós, hace 71 recitales. Pero este parece el definitivo y ese temblor se nota. Hay una nostalgia de cita histórica una hora antes de que abran las puertas del Movistar Arena. No sólo por la multiplicación bombines y las risas grandes y los nervios y los coros a una, sino por la secreta esperanza de no decir adiós, ni ahora, ni aquí, ni fin.
Nadie podrá olvidar que un 30 de noviembre de 2025, después del vídeo de Un último vals, Joaquín Sabina subió al escenario con el bombín blanco, echó a rodar el show con Yo me bajo en Atocha y dos horas y pico después habrá ultimado su historia cantautora en este pabellón cuando las luces se apaguen. Eso en Madrid no hay quien lo entienda. Y un 30 de noviembre: el mismo día en que murió el poeta portugués Fernando Pessoa, otro que nunca escribió en línea recta.
Suenan los vientos de arranque de Lágrimas de mármol y como en la primera y como en la que sea, el aforo se desata. Sabina canta por debajo de las voces de la gente. Recita por encima de sus ojos. Mujeres y hombres corean los versos y le ponen a la música nueva fogata de voces. Los conciertos de Sabina son la misa de catedral del Madrid sin catedrales. Todo ocurre con liturgia cazallera, con elegancia de flaco, gracia de portador de chaquetas pintureras sostenido entre el taburete y las patas de alambre. Lo niego todo viene después y las miles de gargantas del recinto ya sólo son una. A Sabina se le canta en comunión, a lo grande, tan íntimamente que cada cual sabe lo que quiere decir cuando dispara sus letras por la boca. Quien más quien menos tiene un verso, una estrofa, una canción entera donde le cabe la vida. Y ahora viene Mentiras piadosas.
Lo que importa no es cómo llegan las canciones, sino cómo se desata la noche. Es la última, dice Sabina, en que lo veremos aquí. La emoción es minuciosa. Y por momentos estalla a la manera en que los volcanes lanzan fumarolas de lava contra la atmósfera. Ahora que…, Calle Melancolía y 19 días y 500 noches son el oro erguido de la noche. Las corea el respetable entregando en el empeño años de vida. Esto podría durar dos días sin que nadie bajase de intensidad. El respirito de Sabina llega en Más de cien mentiras, en Camas vacías (la formidable Mara Barros a la voz), en Pacto entre caballeros (con el rotundo Jaime Asúa que canta). Así hasta que él regresa con la voz de infierno minucioso para De purísima y oro, Peces de ciudad y Una canción para la Magdalena.
A esta hora, 22.01, el respetable en pie canta, celebra, brinda, goza, llora, aplaude y las manos (miles de manos en alto) se mueven a compás como una prieta espiga. Sabina sabe que es la última noche aquí, en la Plaza de Felipe II. Aunque quizá no es la última del todo. No queremos saber, pero estamos sabiendo… Así ocurre en este rato del Movistar Arena, como dice la primera línea de Corazón tan blanco de Javier Marías.
Nadie quiere saber cuánto queda, pero ya suenan Por el bulevar de los sueños rotos, Y sin embargo te quiero/Y sin embargo, Noches de boda/Y nos dieron las diez. Aquí corean las letras hasta las mochilas de los sherpas de la cerveza. El ambiente es de motín feliz. Podría hundirse la ciudad y sería una fiesta.
Los bises ponen al mítico Antonio García de Diego al frente de La canción más hermosa del mundo. Después Sabina regresa al timón con Tan joven y tan viejo, Contigo y Princesa. Ahora es rock y no balada. Sabina se va. Dice adiós y hasta siempre antes de marchar por un hombro del escenario, después de La canción de los buenos borrachos, con su chaquetita de barquillero en Cascorro. Agitando en el aire sombrero de media copa a lo Rimbaud. Un 30 de noviembre murió Fernando Pessoa. Aquel que dijo: «Ser poeta no es una ambición mía, sino mi manera de estar solo«. Le ajusta bien el verso a Sabina, que esta noche se va de a de veras, como Chavela cantó.