«Stoppardiano: Relativo a o en el estilo del dramaturgo inglés Tom Stoppard (nacido en 1937), especialmente para designar a un tipo de obra de teatro o trabajo caracterizado por la gimnasia verbal y la yuxtaposición de ingenio elegante y preocupaciones filosóficas«.
No todo escritor puede aspirar a que el ‘Diccionario de Oxford’ le reconozca una palabra. Tom Stoppard, que falleció ayer, sábado, a los 88 años en su casa de condado de Dorset, junto a las costas del Canal de la Mancha, lo logró en 1993. Stoppardiano queda así para los anales del idioma inglés como un homenaje a un escritor al que muchos recuerdan como el ganador del Oscar al mejor guión en 1998 por ‘Shakespeare Enamorado’, pero cuya carrera se extiende a lo largo de seis décadas en las que marcó la escena anglosajona.
Al propio Stoppard le haría gracia que su mayor marca en la cultura popular sea la película que hizo famosa a Gwyneth Paltrow y no obras como ‘Arcadia’, en la que mete juntos y revueltos la vida amorosa de Lord Byron, el Romanticismo, y la Segunda Ley de la Termodinámica, y que encima no solo no fue una obra de ‘arte y ensayo’, sino un éxito gigantesco en el National Theatre londinense y en Broadway.
Así pues, nada más stoppardiano que el propio Stoppard. Judío checo, escapó con sus padres de su país cuando no tenía un año de edad después de que la clarividencia de las democracias europeas por apaciguar a Hitler entregara a la Alemania nazi lo que entonces era Checoslovaquia. Fue el inicio de un peregrinaje que les llevó a Singapur – donde su padre murió en un campo de prisioneros japonés – y a India. Allí su madre se casó con el militar británico Kenneth Stoppard, Tomá se convirtió en Tom. Y se hizo un inglés de pura cepa.
O, al menos, todo lo de «pura cepa» que alguien como Stoppard podría ser. Porque, aunque siempre dijo que nunca había tenido ningún problema de asimilación en el Reino Unido, confesó que «a menudo me encuentro con gente que no se da cuenta de que yo no formo parte del mundo en el que estamos». Por eso, «a mis personajes los llaman constantemente con nombres que no son los suyos».
Stoppard no fue a la universidad. En vez de eso, se hizo periodista a los 17 años. Aunque su verdadera vocación era escribir pensando en un escenario. A esa edad empezó a escribir obras para teatro radiofónico, y poco después acabó su primer texto, ‘A walk on the water’ (‘Un paseo sobre el agua’). El éxito fue inmediato, y Stoppard se convirtió en guionista de televisión y un dramaturgo de considerable éxito. Pero su carrera saltó a un nivel diferente en 1966, con ‘Rosencrantz y Guildenstern han muerto’, que le convirtió en el autor más joven en ver una obra escrita por él en el National Theatre’ londinense. Así, Stoppard se convirtió en uno de los reyes de la escena del mundo anglosajón, por el que navegó con su ideología «conservadora, pero con ‘c’ minúscula», como él mismo dijo, y tres matrimonios salpicados de una lista infinita de infidelidades, incluyendo con la esposa del actor Jeremy Irons, Sinéad Cusak.
‘Rosencrantz y Guildenstern han muerto’ contiene muchos de los elementos permanentes de Stoppard: un texto rayano entre el absurdo y lo filosófico, que juega con el espectador y con los propios actores, ya que en realidad es una obra de teatro que transcurre en los márgenes de otra obra de teatro, ‘Hamlet’ de Shakesperare. Son las notas que, con diferentes variaciones, reaparecen en muchas de sus más de treinta obras, incluyendo guiones cinematográficos, televisivos y radiofónicos, en todos los cuales siempre logró dejar a la audiencia sorprendida y mucho más intrigada que cuando empezó la representación.
