¿Y si el primer juicio por crímenes de guerra contra Vladimir Putin se celebrara en la mente de una niña? ¿Y si el dirigente ruso y sus halcones quedaran reducidos a figuras grotescas en lugar de a criminales de guerra frente a un tribunal? ¿Y si en mitad de la tragedia que acompaña a la población ucraniana desde la invasión rusa de febrero de 2022 brotara la comedia? Con la guerra aún activa en Ucrania y el proceso de negociación encallado, la propuesta suena arriesgada. Pero Sasha Denisova (Kiev, 1974) la ha materializado.
The Hague es una combinación de todos esos interrogantes y, sobre todo, es el alegato tragicómico de una dramaturga -y ciudadana- ucraniana contra la barbarie. «No hay justicia para Putin y eso es muy triste. Mi objetivo y mi tarea como artista es burlarme de él, humillarlo en todos los lugares que pueda», asegura desde el otro lado de la pantalla la creadora de la obra que mañana sábado acoge el Teatre Municipal de Girona como parte del festival Temporada Alta.
Denisova, que ahora ha mudado su residencia a Barcelona, vivió 16 años en territorio ruso y en cuanto comenzó la guerra decidió huir. A los 10 meses del conflicto, a finales de 2022, ya había escrito el texto de The Hague, que muestra a Putin y sus más cercanos colaboradores en la cárcel, quejándose de las condiciones de vida que se han encontrado en prisión y en los instantes previos a tener que enfrentarse a un juicio en la Corte Internacional de Justicia de La Haya -The Hague es la traducción inglesa de La Haya-. Pero lo hace desde una comedia del absurdo que parece sacada de los Monthy Pyton y también desde una mirada infantil. «Me planteé que si simplemente se sientan en ese banquillo, quién los va a juzgar. En Núremberg los criminales nazis fueron juzgados por una gran comisión de jueces de todos lados, pero este tribunal imaginario es la persona más indefensa y débil, un niño de Mariupol, donde murió tanta gente. La tragedia de Mariupol es nuestro Guernica de Picasso, una ciudad ocupada», afirma la autora.
Esa niña que tiene en sus manos -y en su mente- el juicio al presidente ruso es un tejido compuesto por historias reales de otros tantos menores que han visto su vida marcada por la guerra. Una es Solomiia, cuya habitación quedó arrasada por un proyectil una noche en la que ella, por suerte, no estaba allí. Otro es uno de los supervivientes del bombardeo que destruyó el teatro de Mariupol que la dramaturga conoció en París. Y, sumando esas dos historias y alguna otra, Denisova está también preparando una novela que sirva de precuela de esta obra que dirige Galin Stoev y que ya se ha estrenado en Polonia, Bulgaria, Francia, Países Bajos, Estados Unidos… y ahora España. Pero aún no en Ucrania. «He tenido reuniones, pero quizás es más importante llegar al extranjero porque esta obra está pensada para un público europeo. Si Putin aparece en el escenario en Ucrania, no sé qué pasaría», detalla.
El dirigente ruso es el protagonista indiscutible del montaje, pero sobre el escenario también le acompañan Sergei Shoigu, ex ministro de Defensa y secretario de su Consejo de Seguridad; Ramzán Kadírov, jefe de la República de Chechenia y aliado del Kremlin, o Yevgueni Prigozhin, líder del grupo paramilitar Wagner y cuya muerte en un accidente aéreo obligó a retocar el texto. «La realidad ha cambiado mucho desde el inicio, pero el sueño utópico de llevar a Putin ante el tribunal de La Haya sigue vivo en los ucranianos», apunta la autora, que decidió no volver a intervenir en el guion pese a los giros de Putin -como relegar a su comandante de la fuerzas aéreas, Serguéi Surovikin, que ha reaparecido en Argelia- para que así The Hague sea «un documento» del primer año de guerra. «Putin no está loco, es muy racional y muy lógico. Es un tirano impredecible que nunca sabes qué podría hacer», remarca.
Esa mirada documental de The Hague se fundamenta, en parte, porque la madre de Sasha Denisova, de 84 años, sigue aún viviendo en Kiev y se negó a abandonar su país pese a la invasión rusa. Ese hecho ha servido de motivación a la dramaturga para construir este montaje y otros tres con mirada bélica: Six Ribs of Rage, Gollum y My Mother and the Full-Scale Invasion. «No es algo que deba contar todos los días [la invasión de Ucrania], pero me gusta hacerlo porque mi madre sigue allí y recibo todos los días cartas suyas diciéndome que está viva. Cada mañana mi día empieza así, esa es mi rutina».
¿Y la mirada hacia el futuro es posible? «No tengo ningún pronóstico porque hubo un momento en el que pensamos que Trump ayudaría algo, pero ya ves. Nadie sueña en Ucrania con las negociaciones con Putin, todos sueñan con la victoria porque son muchos años de lucha. Esto debería ser como Núremberg en la Segunda Guerra Mundial. ¿Ocurrirá? No lo sé, la verdad. Lo que sí sé es que Putin está asustado por cualquier humillación, burla o sátira, por eso prohibió todo el ámbito artístico en Rusia. Es lo mismo que Hitler con Charlie Chaplin. No creo que el odio sea un arma cultural, por supuesto, pero es muy importante compartir todo esto con los rusoparlantes. Esa es mi tarea, que Putin no se convierta jamás en un ídolo aterrador», concluye Denisova.
En eso está The Hague.
