Matisse, Pollock, Andy Warhol, Yoko Ono… vuelven las exposiciones blockbuster

Pepe Serra, director del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), dijo estas palabras en mayo de 2020: «Las exposiciones blockbuster son insostenibles, también medioambientalmente: la cantidad de viajes que requieren, las cajas nuevas de madera, los seguros… En Europa, hay 2.000 o 3.000 obras que siempre están de viaje. El museo tiene que apostar por lo que es propio y específico». Tres años y medio después, Enrique Varela, su colega en el Museo Sorolla de Madrid, celebró el éxito de público del centenario de Sorolla con frases parecidas: «No hemos hecho la gran exposición en singular de Sorolla, porque esa exposición ya estaba hecha, se vio en El Prado en 2009. Las muestras que hemos hecho han sido de tesis y hemos llenado cada día». Y Carlos Chaguaceda, director de comunicación de El Prado dijo lo mismo, poco después de saber que su museo recibió a 3,24 millones de espectadores en 2023: «La única gran muestra de 2023 dedicada a un artista fue la de Guido Reni. Creo que Reni, a partir de la exposición, ha cambiado de estatus, pero no era un pintor que vendiera las entradas con su nombre. O sea que hemos conseguido nuestro récord de audiencia sin superproducciones». Algo más. Este titular apareció en el suplemento Babelia en mayo de 2022: «Los museos dicen adiós al ‘blockbuster’. Las retrospectivas de grandes maestros ya no son un peaje obligatorio en los centros de arte».

Hasta ahora. España, que se despidió de las superproducciones de arte en la temporada de la pandemia, se encuentra en 2025 con que su agenda está llena de grandes nombres: Matisse en CaixaForum Madrid, Yoko Ono en el Musac de León, Veronese en el Prado, Pollock y Warhol en la Fundación Thyssen… También la exposición de Maruja Mallo está llevando a mucho público al reina Sofía la de Annie Leibovitz lo hará en la Fundación MOP de La Coruña y la de Juan Muñoz en el Prado. Y no hace falta ser un gran aficionado de la historia del arte para reconocer cualquiera de esos nombres ¿verdad? ¿O sea que han vuelto los blockbusters a los museos?

«Las exposiciones individuales protagonizadas por nombres conocidos por el gran público han existido siempre. Son un gancho indiscutible y hacen caja. ‘Conocidos’ no tiene por qué ser sinónimo de ‘aburridos’ si hay un buen trabajo de investigación y comisariado que arroje nuevas lecturas sobre artistas de los que no lo sabíamos todo, aunque en ocasiones así sea y fagociten el presupuesto anual de exposiciones temporales. Estos blockbuster pueden permitir a la institución apostar por otros proyectos más arriesgados por desconocidos y minoritarios», explica Luis Espino, comisaria y responsable del Centro de Residencias Artísticas de Matadero Madrid. «Hubo un punto de inflexión fue el 2020 de la pandemia. Entonces se habló de la necesidad de nuevos modelos de exposiciones, con menos transportes y más trabajo con el contexto inmediato. La reflexión no duró mucho y volvimos al modelo que nos había regido hasta entonces. Si repasamos en estos años, vemos grandes nombres: mucho Picasso, en el año de su centenario, Tàpies, Paula Rego, Juan Muñoz, Antonio López y Cristina Iglesias…«.

El caso del Musac de León es significativo. En 2005, el museo abrió con el premio Mies Van der Rohe para sus arquitectos, Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla, y con muchísima presencia en los medios gracias, entre otras cosas, al carisma de sus primeros directores, Rafael Doctor y Agustín Pérez Rubio. Después, llegó la crisis de 2008, el Musac entró en un ciclo de presupuestos a la baja, exposiciones de cercanía, trabajo con la comunidad y bajas audiencias. En 2024, algo cambió. Las exposiciones de Ama Mendieta y Ai Weiwei incrementaron en un 50% el número de visitantes anuales y aparecieron reseñadas en The New York Times, entre otros medios. Cuando el museo presentó este mismo mes su nuevo blockbuster, la exposición de Yoko Ono, el consejero de la Junta de Castilla y León, Gonzalo Santonja (Vox), dijo claramente que eso es lo que quiere del Musac: mucho público y mucha relevancia internacional.

«Las exposiciones que marcan época nunca han desaparecido del panorama de los museos de arte», dice Álvaro Rodríguez Fominaya, director del museo y comisario de la exposición de Yoko Ono. «Quizá no haya sido tan frecuente verlas fuera de los museos de las grandes ciudades. No debería sorprender que en el MUSAC estemos programando proyectos expositivos que anteriormente eran monopolio de Madrid, Barcelona o Bilbao. Hay una decisión curatorial y estratégica muy consciente y meditada. Son proyectos que requieren diplomacia cultural, investigación, además de planificación a largo plazo«.

¿Y es fácil que una apuesta a lo grande como esa salga mal en la taquilla y acabe en pérdidas? «En el caso del MUSAC hemos logrado alianzas internacionales para realizar proyectos como los de Yoko Ono o Ana Mendieta. Tienen todo el sentido del mundo cuando son exhibiciones a las que se ha dedicado tiempo y presupuesto. Por encima de todo buscamos generar proyectos que sean relevantes dentro de la historia expositiva de estos artistas. Pero estas muestras no pueden existir sin el diálogo que se produce con proyectos menos mediáticos pero igualmente necesarios», dice Rodríguez Fominaya.

Su colega Guillermo Solana, conservador jefe del Museo Thyssen Bornemisza, es más claro al hablar de dinero: «Hay muchas exposiciones que no cubren sus gastos. Y hay exposiciones grandes que son una inversión de riesgo. Echas cuentas, te das cuenta de que vas a tener que llevar a 1.500 personas al día y te da vértigo».

¿Cómo interpreta Solana la abundancia de grande nombres en la cartelera? «Cada caso es diferente. La exposición de Veronese es algo natural para el Prado. Este año es Veronese, que es un nombre muy reconocible, y otros años toca Correggio, que no lo es tanto, pero no veo un cambio de dirección. Los museos históricos hacen exposiciones así, para eso están. En los museos de arte contemporáneo sí que hay una situación más compleja porque los personajes más importantes en su mundo son los comisarios, y los comisarios tienden a hacer exposiciones de tesis. Y a las exposiciones de tesis no va la gente como a las de los artistas reconocibles».

«Cuando llegué al Thyssen, programé algunas grandes exposiciones de tesis: Eros, Lágrimas negras… No nos quedamos del todo satisfechos ni con la afluencia de público ni con el resultado artístico. Los prestadores de obras están encantados de mandarte su rembrandt para una antológica de Rembrandt. Para una exposición sobre Eros no lo tienen tan claro… Pero nunca hemos dejado de hacer exposiciones de tesis». Entre otras cosas, porque no hay tantos artistas contemporáneos que lleven al público a los museos con su nombre. Yoko Ono, Annie Leibovitz, Ai Weiwei, Ana Mendieta… ¿Cuántos nombres parecidos hay en el mundo? ¿20, 30?

«¿A qué me suena la aparición de estas grandes antológicas? Quizá sea una muestra de nerviosismo, quizá exprese la sensación de que sólo con grandes apuestas podremos llenar los museos», dice Solana.

Una voz más: Isabel Salgado, directora del Departamento de Exposiciones de la Fundación «La Caixa» explica que sí, que las muestras con un gran nombre como la de Matisse llenan sus salas, pero que «las exposiciones temáticas son muy importantes porque crean una conexión más intensa con el público. Nosotros lo vimos con la exposición de la Alemania de Weimar, vimos que mucha gente se sintió conmovida porque la exposición hablaba de su mundo y de sus preocupaciones».


Seguir leyendo
by Author
El icónico retrato del escritor Gustavo Adolfo Bécquer que ilustró durante años…