Durante los últimos meses de su vida, Fabiola Lorena Vega Espinoza pagaba una suscripción mensual a la Comunidad Hameriana, una “red social” creada por una curandera negacionista del cáncer afincada en Sevilla, Margarita Galaz. Además de venderle sus ‘terapias’ y cursos, Galaz mantenía un contacto constante con su ‘paciente’, a quien convenció de que el origen de su tumor era un conflicto emocional relacionado con sus hermanas. Precisamente ellas accedieron a mensajes de audio que la ‘chamana’ enviaba a Fabiola: “Si ahora te llevan al hospital, te van a hacer biopsia, te van a poner más suero de la cuenta. […] Ahí yo voy a perder todo el contacto contigo para despedirnos”. Aquellas amenazas ocurrieron poco antes de que Fabiola falleciera por cáncer de mama, enfermedad para la cual nunca recibió tratamiento médico por recomendación de Galaz. Ahora, sus hermanas se han querellado contra ella en Chile y la acusan de homicidio.
Las demandantes relatan en la querella cómo Galaz, en esa etapa final en la que su hermana ya se encontraba visiblemente enferma, “dirigía [sus] acciones”: “Le indicaba la forma de abordar los dolores, le afirmaba que sus dolencias se habían empezado a volver insoportables debido a la mala relación que tenía con nosotras y a la presión que ejercíamos para que ella se tratara su enfermedad a través de medios científicos y confiables y, además, se preocupaba de llamarle la atención y hacerla sentir culpable por cualquier contacto o comunicación con nosotras o su familia, o sus buenos amigos”.
En los últimos meses, cuando sus hermanas comenzaron a ejercer mayor presión para intentar ayudar a Fabiola, ella se trasladó a la casa de otra de las ‘pacientes’ de Galaz. Este traslado se realizó siguiendo las recomendaciones de la ‘chamana’, quien lo aprovechó para culpabilizar a Fabiola en uno de sus audios: “Todas hemos estado dando lo mejor que tenemos”, decía, en referencia a los ‘cuidados’ que le brindaba esta otra ‘paciente’ en su hogar. “Pero no podemos estar tratando, cada vez que te desmoralizan, de subirte el ánimo”, le reprochaba. “Tú estás enojada con tus hermanas y nosotras no tenemos la culpa de eso”. En el mismo mensaje, le exigía que bloqueara a sus hermanas y que le dijera a la dueña de la casa que no les abriese la puerta.
“Es quitarle la vida a alguien no por negligencia, sino por voluntad”
El abogado de la familia Espinoza, Álvaro Pérez Astorga, sostiene que Fabiola no actuó libremente, ya que Galaz “manipuló la voluntad debilitada de Fabiola” hasta que, “cuando ella ya tiene señas claras de estar con un cáncer terminal, Galaz ya sabe que sus acciones han causado que Fabiola esté en el estado en que está y, sin embargo, insiste en que no se trate de otra manera y, sabiendo que morirá, su muerte no le importa. Eso es un homicidio. Es quitarle la vida a alguien no por negligencia, sino por voluntad”.
Las hermanas insisten en que Fabiola no se encontraba en condiciones de tomar decisiones con plena autonomía. Cuentan que su muerte fue “la consecuencia directa de esta relación abusiva y manipuladora de la cual Fabiola fue víctima” en un momento de gran vulnerabilidad, agravado por el sufrimiento físico y emocional que le generaba su enfermedad, según explican. En conversación con este medio, una de ellas asegura tener la certeza de que “si hubiese seguido un tratamiento médico, hoy estaría viva”.
Defienden que Fabiola fue víctima de una secta
Uno de los factores que, según la acusación, disminuyó la capacidad de discernimiento de Fabiola fue su larga amistad de 15 años con la acusada, a la que conoció en la universidad. Este vínculo “le hizo bajar la guardia y pasar por alto una millonada de banderas rojas que en general ella habría reconocido en una persona cualquiera”, tal y como argumenta el abogado. Otro elemento determinante, dice, fue que Galaz “la introdujo en una secta”, la denominada Nueva Medicina Germánica (NMG). De hecho, según alega una de las hermanas de Fabiola, en una estrategia propia de grupos sectarios, Galaz no sólo la convenció de alejarse de ellas, también las “ostigó” y “acosó” a través de mensajes.
La NMG se basa en una idea central: la infundada creencia del doctor Ryke Geerd Hamer, un médico alemán condenado en 1997 por ejercicio ilegal de la medicina, de que los tumores son una respuesta biológica del organismo ante un conflicto emocional. Según esta teoría desmentida por numerosos estudios y organismos, un suceso traumático —como la muerte de un ser querido o una ruptura amorosa— puede ser el origen del cáncer. Por lo tanto, esta corriente rechaza cualquier tratamiento médico convencional, como la quimioterapia: “Los tumores se forman cuando el cerebro da la orden porque son necesarios”, afirma Galaz, que recoge las teorías de Hamer en su página web. En lugar de tratamientos médicos, propone explorar el “por qué” y “para qué” del tumor a través de sus terapias, como vía hacia una supuesta “curación verdadera”.
Contactada por elDiario.es, Galaz asegura que, en caso de tener que defenderse, “lo apropiado sería hacerlo por las vías legales”. Aclara que no lo hará a través de los medios de comunicación ni las redes sociales “donde solo se busca publicidad sin considerar las consecuencias ni el daño a terceros”.
Este periódico ha tenido acceso, además, a unos mensajes emitidos por la propia Galaz a través de uno de sus canales, en los que responde a un usuario que se hace eco de las noticias en medios chilenos sobre el caso de Fabiola. En su defensa, se limita a acusar a los periodistas de buscar “likes y sensacionalismo” y alega no tener ninguna querella en sus antecedentes penales, “que están absolutamente limpios”. En su mensaje, señala a dichos periodistas con nombres y apellidos y concluye: “Algo más grave debe estar pasando en Chile para que todos los medios utilicen el dolor de las hermanas de Fabi y a mí, como distractor”, alimentando según ella una falsa conspiración.
Apenas existen precedentes de acusaciones por homicidio en casos como este, tanto en España como en Chile, ya que lo más común es que se persiga a estos curanderos por delitos de estafa. Esto se debe a que, en primer lugar, suelen ser los familiares quienes deben presentar la denuncia –algo que rara vez ocurre– y, en segundo lugar, a la dificultad legal de responsabilizar penalmente a alguien por la muerte de un adulto con plenas facultades mentales que decide voluntariamente someterse a terapias alternativas.