El instinto democrático de los ucranianos se impone a una reforma sobre corrupción que indignaba a la UE

Tras más de tres años de invasión rusa, si hay algo que destaca entre los ucranianos es su absoluto convencimiento de que el futuro de su país tiene que ser democrático o no será. Y tiene que ser europeo, comunitario, o tampoco será. Son valores que ya triunfaron en la revolución del Maidán de 2014 y que el actual presidente, Volodimir Zelenski, prometió potenciar cuando ganó las elecciones, en 2019. Su mensaje contra la corrupción, marcado por el populismo, y el apoyo de adinerados oligarcas lo auparon hasta tener un apoyo tremendo. 

Justo cuando las tropas rusas entraron en su país, el 24 de febrero de 2022, su popularidad estaba bajando, pero se echó a la espalda la pelea, se negó a irse (como le ofreció Estados Unidos) y con sus trajes pseudomilitares se convirtió en un icono para el mundo. Sin embargo, Zelenski tiene su oposición interna y también hace apuestas que no casan con sus promesas. La última ha llevado a que se produzcan las primeras manifestaciones masivas en su contra, repartidas por todo el país, y a que la Comisión Europea le ponga las cosas claras, por si sigue apostando por la adhesión pero se le han olvidado las condiciones. Al final, ha dado marcha atrás, el pasado jueves. 

¿Qué es lo que ha pasado? Pues que ese día se llevó a cabo una votación en la Rada (el Parlamento) que revocó abrumadoramente una ley introducida por el presidente Zelenski la semana pasada que restringía la independencia de dos agencias anticorrupción clave, conocidas como NABU y SAPO: son la Oficina Nacional Anticorrupción y la Fiscalía Especializada Anticorrupción. En la puerta del hemiciclo, miles de personas, sobre todo jóvenes, portaban carteles en los que se leía: «Estamos con nuestro pueblo». No con Zelenski, necesariamente. Los diputados lo captaron. 

Los manifestantes habían exigido que el Gobierno quitase sus «manos de encima» -como decían otras pancartas- de los dos organismos anticorrupción y amenazaron con seguir haciéndolo hasta que hubiera un giro de 180 grados. Era una pelea que el presidente iba a perder o, de ganarla, le hubiera costado una enorme popularidad. 

Así que Zelenski, en cuestión de días, cedió. Su proyecto de ley original había despojado a los dos organismos citados de su autoridad independiente para decidir a quién procesar en casos de corrupción de alto nivel, dando esa prerrogativa al fiscal general, un designado presidencial. Para los manifestantes que agitaban carteles, salvaguardar la independencia de NABU y SAPO era tan crucial para su futuro europeo como la guerra contra Rusia era una cuestión de vida o muerte para su país. El gabinete y las fuerzas del orden de Ucrania insistían, no obstante, en que estas medidas buscaban erradicar la influencia rusa en NABU y SAPO para evitar que estas agencias sean cooptadas en contra del Estado ucraniano. 

En 2022, Kiev obtuvo el codiciado estatus de país candidato a la Unión Europea y ya se abrieron negociaciones formales en el verano pasado, pero con la condición de que emprendiera una lucha creíble contra la corrupción. Para los socios occidentales de Ucrania –donantes e inversores que inyectan dinero en el país a través de programas de asistencia y financiación internacionales– la existencia e independencia de los dos organismos anticorrupción no son negociables. Y para Ucrania y su economía devastada por la guerra, esa ayuda financiera externa es crucial. Así que la presión ha sido doble, interna y externa. 

Diez días ha estado en vigor la nieva disposición, después de que los diputados la respaldasen, para revocarla con cero votos en contra. En ambas ocasiones, todos parecieron seguir la dirección de Zelenski. «Ucrania es una democracia, no hay ninguna duda al respecto», afirmó en las redes sociales el presidente, tras conocer lo pasado en el pleno. 

«Los manifestantes han puesto de relieve la perdurable fortaleza de los instintos democráticos de Ucrania y subrayado el compromiso constante del país con las libertades fundamentales en un momento en que las realidades de la guerra imposibilitan la celebración de elecciones», escribe Peter Dickinson, editor del servicio UkraineAlert del tanque de pensamiento norteamericano Atlantic Council, en un análisis.

El círculo del presidente

Muchos ucranianos ven la mano de la mano derecha de Zelenski, Andriy Yermak, detrás de las recientes decisiones del presidente. El cargo de Yermak como jefe de la oficina presidencial no está regulado por la Constitución ni limitado por ningún sistema de pesos y contrapesos y se plantean interrogantes sobre este papel en la democracia ucraniana.

La defensa de la democracia y del rumbo de Ucrania hacia la integración europea fueron los principales motivos de los jóvenes manifestantes para echarse a la calle, mientras sus padres y amigos defendían a su país en el frente. Los diputados hicieron lo mejor que pudieron para demostrar que el problema estaba resuelto, pero esta crisis ha dejado un regusto desagradable. Demasiadas idas y vueltas y poca coherencia y se ha puesto en duda la dedicación de Zelenski a las reformas anticorrupción, prometidas en su campaña, cuando sigue siendo presidente sin pasar por una reelección (no hay comicios por la guerra, con más de seis millones de ucranianos viviendo como refugiados en la UE y millones más actualmente bajo ocupación rusa) y cuando Europa los reclama. 

El hecho de que pareciera dispuesto a hacer concesiones sobre estas reformas puede haber minado gravemente la confianza que la UE depositó en él. Algunos comentaristas locales vinculan el intento del Gobierno de limitar la independencia de NAPU y SAPO al hecho de que figuras influyentes del círculo de Zelenski han sido investigadas por esas agencias y algunas enfrentan ya procesos formales o hay indagaciones en curso. Por ejemplo, muchos sugieren que los intentos de purga son una represalia por los cargos por supuesto enriquecimiento ilícito y abuso de poder contra el exviceprimer ministro Oleksiy Chernyshov, un aliado clave de la Oficina del Presidente. Irónicamente, fue el propio Zelenski quien restableció la responsabilidad penal por enriquecimiento ilícito en 2019, durante su campaña por anticorrupción.

La decisión de Zelenski también se produjo después de que el Gobierno rechazara a un candidato seleccionado por una comisión independiente para dirigir la Oficina de Seguridad Económica, la principal agencia para investigar delitos económicos en Ucrania. La razón oficial por la que Oleksandr Tsyvinski no consiguió el trabajo fue que no obtuvo la autorización de seguridad del servicio de seguridad, que está bajo el control del presidente. Sin embargo, Tsyvinski es un reconocido experto en lucha contra la corrupción y la comisión de selección aún quiere que siga nombrado, sostiene la BBC

Todos estos elementos, sumados, han resultado en una de las mayores crisis de poder para el equipo de Zelenski desde que llegó al poder. Tres años y medio después del inicio de una guerra a gran escala, el riesgo de que se produzcan nuevos errores similares podría tener un coste significativo. Ya está resentido, pero no es un líder despreciado: según una encuesta realizada en junio por el Instituto Internacional de Sociología de Kiev, su popularidad personal se situaba en el 65 %. La cifra es inferior al 90% de vértigo alcanzado en los primeros meses de la guerra, pero superior al 52% de diciembre pasado. 

La cuestión no es de rechazo al líder, pero sí de rechazo a una política que, entienden los ciudadanos, no ayuda a la transparencia sino que la complica, cuando eso justo estuvo en la base del cambio que apostó por él como mandatario. Formalmente, la posición política de Zelenski es segura. Su partido, Siervo del Pueblo, ostenta la mayoría de los escaños en el parlamento y gobierna sin las restricciones de sus socios de coalición. 

La exprimera dama ucraniana Kateryna Yushchenko, cuyo esposo Viktor lideró la Revolución Naranja, subrayó la continuidad entre las protestas de esta semana durante la guerra y las dos revoluciones prodemocráticas del país en la era postsoviética. «Los ucranianos salieron a las calles hoy por la misma razón que lo hicieron en la Revolución Naranja de 2004 y la Revolución de la Dignidad. Quieren un futuro europeo, no ruso», comentó. La apuesta tiene recorrido, sea con Zelenski o con otro líder.  

El camino a seguir pasa por Bruselas

El próximo año, el déficit presupuestario de Ucrania podría alcanzar los 13.000 millones de euros, según una estimación del Banco Nacional. Kiev no podría seguir combatiendo si perdiera el apoyo de sus socios occidentales, en lo defensivo pero también en lo financiero. El Fondo Monetario Internacional (FMI) está tremendamente pendiente de qué hace bien y qué hace mal Kiev para mantenerle el flujo de dinero y la UE ya ha reducido parte de su ayuda financiera a Ucrania porque el gobierno no ha cumplido con las reformas prometidas. Públicamente evita tirarle de las orejas a Zelenski con mucha dureza y, bueno, entiende la dureza del contexto de guerra para hacer cambios. 

Sin embargo, en el caso de las dos agencias, no ha habido clemencia y desde el minuto uno la Comisión ha expresado su enfado por la propuesta doble. En un mensaje en redes, la comisaria europea de Ampliación, Marta Kos, dijo: «El desmantelamiento de las salvaguardias clave que protegen la independencia de la Oficina Nacional Anticorrupción de Ucrania es un grave retroceso». La eslovena recalcó que contar con agencias independientes es «esencial» para el camino a la UE. «El Estado de Derecho sigue estando en el centro de las negociaciones de adhesión a la UE», subrayó.

Al conocer la segunda votación, puso otro mensaje aplaudiendo que «corrigió la votación dañina de la semana pasada que socavó la independencia de la NABU y la SAPO». «La ley de hoy restablece salvaguardias clave, pero persisten desafíos. La UE apoya las demandas de reforma de la ciudadanía ucraniana. Defender los valores fundamentales y combatir la corrupción debe seguir siendo la prioridad», dijo.

El viernes, los presidentes de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y del Consejo Europeo, António Costa, celebraron la aprobación de la ley rewind, como un «paso positivo», escribieron los dos en un mensaje publicado en redes sociales de forma conjunta, mandando un mensaje de contundencia y unidad. Insistieron en que las reformas de Ucrania sobre el Estado de derecho y de lucha contra la corrupción «deben continuar». «Siguen siendo esenciales para el progreso de Ucrania en la senda europea. La UE seguirá apoyando estos esfuerzos», afirmaron.

Zelenski no puede permitirse la complacencia ni casi el suspiro de alivio. Necesita actuar con rapidez para mantener el apoyo de sus partidarios nacionales e internacionales. Se ha invertido un gran esfuerzo en demostrar el compromiso de Ucrania con los valores democráticos y su idoneidad para unirse a instituciones occidentales como la UE y la OTAN y cualquier indicio de retroceso en la lucha contra la corrupción podría socavar ese mensaje.

Los ucranianos siguen notablemente unidos en su apoyo al esfuerzo bélico y su aprobación de las fuerzas armadas. Sin embargo, el propio proceso de movilización, que es muy demandante, está contaminado por la corrupción. Los ciudadanos comunes se muestran reacios a responder a la llamada del Estado para aumentar el número de soldados cuando es bien sabido que los familiares de ucranianos poderosos y adinerados pueden eludir el servicio militar y, en cambio, llevar una vida cómoda en el extranjero. Si encima se corría el riesgo de tapar ciertas acciones o actitudes, más subía el enfado. 

Aunque no amenace su permanencia en el poder hoy, la indignación social ante las prácticas corruptas y las desigualdades que generan ya está perjudicando el esfuerzo bélico, porque debilitan y sirven de munición para la propaganda rusa, por ejemplo, que se ha regodeado notablemente estos días con el patinazo de su adversario, al que llaman «dictador». Los líderes políticos ucranianos deben demostrar que su compromiso con la democracia es tan firme como el de la sociedad que dirigen, que es ejemplar. Justo eso es de las cosas que más hacen rabiar al presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin.

«En medio del horror y el trauma de la mayor guerra europea desde la Segunda Guerra Mundial, la disposición de tantos ucranianos comunes a protestar contra las amenazas a sus libertades, conquistadas con tanto esfuerzo, dice mucho de su determinación por salvaguardar un futuro democrático. Comprenden que esto es por lo que luchan tantos de sus compatriotas y están decididos a que estos sacrificios no sean en vano. De hecho, fue impactante ver a tantos hombres y mujeres con uniforme militar entre los manifestantes. Esto es, sin duda, un presagio de lo que está por venir en la política ucraniana», ratifica Dickinson en su análisis.

«Putin ha dedicado gran parte de las últimas dos décadas a corromper a los políticos ucranianos y desacreditar las instituciones democráticas del país, pero no logra convencer al pueblo ucraniano de que abandone las libertades que ya ha disfrutado. Por eso está tan decidido a abolir por completo la condición de Estado ucraniano. También es una razón clave por la que su invasión probablemente fracasará», augura.

Los jóvenes manifestantes, sobre todo, parecen haber comprendido esto muy bien la situación y estaban preparados para desafiar a su Gobierno. Este es el país en el que decidieron quedarse, a pesar de la amenaza mortal de los ataques con aviones no tripulados y misiles rusos, de las oportunidades perdidas y del reclutamiento forzoso. 

No le van a dejar pasar ni una.