Lo que era un hecho- aunque todavía sin rúbrica- desde el pasado 9 de julio se ha terminado confirmando a última hora de este miércoles: EEUU impone un 50% de aranceles a Brasil. Hasta ahora, el porcentaje de tasas arancelarias del gigante estadounidense sobre el país sudamericano era del 10%, pero este miércoles, Trump ha dado un paso más allá quintuplicando esos aranceles.
A partir del 1 de agosto, las exportaciones brasileñas a Estados Unidos se verán gravadas por un 50%. Y esta decisión, a diferencia de lo que ocurre con el resto de países a los que Washington ha decidido ‘castigar’, se debe a motivos personales. Concretamente se deben al procesamiento de Jair Bolsonaro, íntimo amigo de Trump y que está siendo juzgado por intentar dar un golpe de estado tras los resultados de las últimas elecciones nacionales.
Trump y Bolsonaro no han ocultado en ningún momento su amistad y acercamiento, es más, se han esforzado por hacerlo visible y notable. Ahora, y en medio de uno de los juicios más mediáticos de la historia reciente de Brasil, Trump trata de echar un cable a su amigo presionando a Brasil para que la justicia del país dé un paso atrás y acabe con este procesamiento «por motivos políticos», según Donald Trump.
En este sentido, el presidente republicano afirma que las medidas arancelarias responden a unas políticas gubernamentales brasileñas que «constituyen una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional, la política exterior y la economía de los Estados Unidos».
Este planteamiento ha sido defendido por la Casa Blanca en numerosas ocasiones, y han asegurado abiertamente que el juicio a Bolsonaro se trata de una «persecución, intimidación, acoso y censura por motivos políticos», algo que a su juicio constituyen «graves abusos de los derechos humanos que han socavado el Estado de derecho en Brasil».
Por su parte, Lula da Silva, actual presidente del país no parece haberse achantado en ningún momento ante las amenazas de Trump, y aunque su gobierno esperaba llegar a un acuerdo fructífero o menos malo con EEUU, parece que la jugada del presidente brasileño se complica mucho más ahora, ya que el margen de maniobra y los plazos con los que cuenta son mínimos.