En unas negociaciones auspiciadas por las Naciones Unidas, ninguna experta debería estar rodeada de personas que la hostigan y la acusan de “tergiversar la realidad”. Sin embargo, esto es exactamente lo que le sucedió a la profesora Bethanie Carney Almroth durante las conversaciones en torno a un tratado mundial para reducir la contaminación por plásticos que se celebraron en Ottawa, Canadá. Según su relato, los empleados de una gran empresa química estadounidense “formaron un círculo” a su alrededor. En otro acto celebrado en Ottawa, la experta fue “acosada e intimidada” por un representante del sector de los envases de plástico, que irrumpió en la sala y le gritó que con sus explicaciones estaba sembrando el miedo y difundiendo información errónea. Se trataba de un acto oficial organizado por la ONU. “Así que presenté una queja por acoso ante la ONU”, explica Carney Almroth. “El hombre tuvo que disculparse y abandonó la sala. En la siguiente sesión volvía a estar presente”.
“En esa ocasión presenté una queja formal”, cuenta Carney Almroth, ecotoxicóloga de la Universidad de Gotemburgo, Suecia. “Pero he sido acosada e intimidada muchas otras veces, en muchos otros contextos, en reuniones fuera de las instalaciones, en eventos paralelos, también en conferencias científicas, por correo electrónico, y en muchos otros contextos”. También ha tenido que tomar medidas para evitar que personas vinculadas a la industria del plástico la espíen en las reuniones. “Tengo un protector de pantalla en mi teléfono, porque se colocan detrás de nosotros e intentan grabar lo que hay en nuestras pantallas y ver qué notas tomamos o con quién estamos hablando. Nunca abriría mi ordenador en medio de una sala sin saber quién está detrás de mí. Es un entorno de mucha vigilancia y mucho estrés”.
Estos son ejemplos de lo que numerosas fuentes denominan una “infiltración total” de la industria del plástico y los grupos de presión que trabajan para esta industria en las negociaciones del tratado sobre los plásticos. La principal preocupación de seis fuentes con información privilegiada que han hablado con The Guardian es que los tentáculos del sector son demasiado alargados, no solo en las negociaciones, sino también en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que supervisa las negociaciones. Una fuente afirma que están “horrorizados” por la influencia que tiene la industria sobre la política y por el hecho de que no se están buscando soluciones reales a la contaminación por plásticos. Califica la situación de “captura” por parte de la industria del plástico.
Distorsión del conocimiento
Las negociaciones sobre el tratado sobre los plásticos se reanudarán en agosto en Ginebra (Suiza), tras no haber alcanzado un acuerdo en la quinta ronda de conversaciones celebrada en diciembre. Está en juego la posibilidad de frenar el torrente de contaminación plástica tóxica que se vierte al medio ambiente. Hacerlo no solo es vital para salvar a la humanidad y al planeta, sino también para frenar la crisis climática y la pérdida masiva de biodiversidad a nivel mundial.
Sin embargo, una avalancha de grupos de presión y organizaciones de la industria se han sumado a las conversaciones, superando con creces a las delegaciones nacionales y a los científicos. Ayudan a un grupo de Estados petroleros, liderados por Arabia Saudí, a bloquear los avances que muchos países quieren impulsar y forman parte de un “bloque petroquímico” más amplio que, según un estudio reciente, “está impulsando la producción de plásticos, externalizando los costes de la contaminación, distorsionando los informes científicos y presionando para descarrilar las negociaciones”.
La magnitud del problema del plástico es abrumadora. Cada año se producen alrededor de 450 millones de toneladas de plástico nuevo y, si se mantienen las tasas de crecimiento actuales, para 2060 la producción se triplicará, lo que dañará todos los aspectos de un medio ambiente seguro.
Casi todo el plástico se fabrica a partir de petróleo y gas fósil, y las emisiones de su producción impulsan la crisis climática. El plástico y los productos químicos tóxicos que contiene también dañan los suelos, los ecosistemas y la salud humana, y están presentes en todo el mundo, desde la cima del Everest hasta las profundidades del océano, desde el cerebro humano hasta la leche materna.
Toda la comunidad internacional participa en las negociaciones de un tratado para limitar los plásticos que es crucial, bajo los auspicios del PNUMA. Las negociaciones comenzaron en 2022 y las conversaciones que se celebrarán el próximo mes en Ginebra serán la sexta reunión importante. Pero desde el principio, las conversaciones se han visto entorpecidas por un desacuerdo fundamental. Más de 100 países, respaldados por más de 1100 científicos, afirman que es esencial limitar la creciente producción de plástico para reducir todos los daños que causa. Sin embargo, los Estados petroleros y los fabricantes de plástico rechazan esta medida y afirman que el foco de las negociaciones tiene que estar en una mejor gestión y reciclaje de los residuos. Las medidas climáticas globales para reducir las emisiones de carbono también están presionando a los Estados productores de combustibles fósiles para que aumenten otros usos del petróleo y del gas.
“La cantidad de plástico que producimos en la actualidad es imposible de gestionar”, sostiene David Azoulay, abogado del Centro de Derecho Ambiental Internacional (Ciel), que ha asistido a las negociaciones. “No hay forma, ni técnica ni política, de que podamos gestionarlo. Pero el objetivo del sector es producir más y, al mismo tiempo y milagrosamente, reducir de alguna manera el impacto”. En su opinión, las costosas tecnologías de reciclaje propuestas por los productores son “pensamiento mágico” e imposibles de cumplir. Según un informe de la OCDE de 2022, solo se recicla el 9 % del plástico.
Azoulay subraya que los Estados y la industria de los combustibles fósiles tienen que participar en las negociaciones, pero que el proceso no tiene en cuenta sus intereses creados. “El hecho de que haya un grupo considerable de empresas e industrias no es problemático, ya que son partes interesadas. Pero el hecho de que se les conceda, como mínimo, la misma posición y el mismo acceso a los procesos que a las víctimas del problema que están creando, eso sí es un problema”.
En su opinión, hay un problema de fondo en la forma de funcionar del PNUMA, ya que el organismo parece considerar que aquellos que crearon los problemas, se beneficiaron con esta situación, han mentido sobre la misma y sobre su responsabilidad durante años y décadas, son socios fiables para resolverlos“.
“No es una conversación inteligente”
Aunque serán los países negociadores quienes decidan el resultado de las conversaciones sobre el tratado, el PNUMA es el anfitrión y su directora ejecutiva, Inger Andersen, desempeña un papel orientador crítico e influyente. De hecho, ella no se ha librado de las críticas.
En abril de 2023, más de 100 organizaciones ecologistas acusaron a Andersen de “falta de ambición”. También expresaron su preocupación por la “falta de transparencia sobre quién asesora [su] trabajo y la secretaría [del tratado]”, que es el grupo de funcionarios del PNUMA que gestiona las negociaciones. Recibió críticas especialmente por una declaración que, según algunos, restaba importancia al límite en la producción de plásticos. En septiembre de 2024 afirmó: “Tenemos que mantener un debate más elevado que el simple debate sobre si hay que limitar [o no] la producción, porque no es un debate inteligente”. En su opinión, la reducción de la producción debería centrarse en los polímeros brutos para productos de un solo uso y de corta duración, no en “piezas de automóviles y alas de aviones”. Los críticos afirman que su declaración contradecía las pruebas científicas de que el impacto de los plásticos comienza con la extracción y la producción, y medioambiental no solo con su uso.
En octubre de 2024, las organizaciones medioambientales se quejaron de ella ante su responsable, el secretario general de la ONU, António Guterres, y expresaron que estaban “profundamente preocupados” por la posibilidad de que sus declaraciones públicas “redujeran el alcance” del tratado y que ella había excedido su papel como coordinadora de las negociaciones. No recibieron respuesta.
En la última ronda de negociaciones, celebrada en Busan (Corea del Sur) en diciembre, también se alegó que Andersen había presionado a los países que tienen una visión más ambiciosa sobre el alcance del tratado y que quieren limitar la producción de plástico, con el objetivo de que cedieran. Andersen respondió a esta crítica y señaló que tenía intención de reunirse con “todos en cada etapa del proceso y, por supuesto, me reuniré con los Estados miembros y escucharé sus opiniones, de todo el espectro de los 193 [países]”.
El “cabecilla” del plástico
En su papel de convocante, Andersen no puede hacer mucho para animar a los países a alcanzar un acuerdo. Todos los países tienen que llegar a un consenso, pero hay uno en particular que destaca como obstáculo para un tratado eficaz sobre los plásticos: Arabia Saudí, el segundo mayor productor de petróleo del mundo. A través de su compañía petrolera Saudi Aramco, es propietaria de Sabic, uno de los mayores productores de plástico del mundo.
El país ha desempeñado un papel cada vez más importante en las negociaciones del tratado sobre los plásticos y ha sido descrito por Politico como el “cabecilla” de un reducido grupo de países ricos en petróleo, entre los que se encuentran Rusia e Irán, que bloquearon las propuestas de limitación de la producción en diciembre.
En los últimos años ha tejido una estrecha relación con el PNUMA. En enero de 2024, Andersen hizo una visita oficial a Arabia Saudí, se reunió con ministros saudíes en la cumbre de la ONU sobre desertificación celebrada en Riad en diciembre de 2024 y solicitó una nueva reunión ministerial en Davos en 2025 para debatir el “fortalecimiento de la cooperación”. El 29 de junio volvió a Riad, donde firmó un acuerdo de cooperación para la reducción de emisiones.
Arabia Saudí pagó al PNUMA unos 853 000 euros por acoger el Día Mundial del Medio Ambiente en 2024, una suma similar a la pagada por los países anfitriones anteriores, y donó a la agencia de la ONU más de 17 millones de euros entre 2020 y 2024. Parte de esa cantidad se destinó al fondo para el medio ambiente del PNUMA y cubrió atrasos que se remontaban a 2021. Muchos países aportan dinero al PNUMA, que depende de estas contribuciones voluntarias para el 95 % de sus ingresos.
La mayor parte del resto eran pagos a cuenta de 21 millones de euros alcanzado en 2019 para que el PNUMA proporcionara conocimientos especializados para reforzar las medidas de protección medioambiental de Arabia Saudí. Tras el acuerdo, el jefe de la oficina del PNUMA en Arabia Saudí escribió un informe en el que, según ha podido saber The Guardian, expresaba su preocupación por la gestión del dinero. El PNUMA se negó a compartir el informe con The Guardian, alegando que se trataba de un mero informe de traspaso de un funcionario que dejaba su cargo y que era confidencial.
En respuesta a las críticas de Andersen y a las negociaciones del tratado sobre los plásticos, un portavoz del PNUMA ha declarado a The Guardian que “el único objetivo del PNUMA es ayudar a todos los países a alcanzar un tratado eficaz que ponga fin de una vez por todas a la contaminación por plásticos. El PNUMA sigue facilitando la participación de todas las partes interesadas en el proceso para que podamos acabar con la contaminación por plásticos para todos, en todas partes”.
En el marco de las negociaciones del tratado sobre los plásticos, en noviembre de 2024 se eligió a un funcionario del Ministerio de Energía de Arabia Saudí para formar parte de la mesa de 10 representantes nacionales que dirigen las negociaciones del tratado.
Azoulay afirma que Arabia Saudí y sus aliados estaban socavando las negociaciones del tratado sobre los plásticos. Es una negociación completamente marcada por la mala fe.
Considera que la obstrucción [por parte de Arabia Saudí] adopta muchas formas, y que se vale de sus 35 años de experiencia en descarrilar las negociaciones sobre el clima, de todas las herramientas procedimentales para impedir el progreso y de sus vastos recursos financieros para presionar e intentar influir en otros países“.
El Gobierno saudí no ha respondido a una solicitud de The Guardian para que pudiera dar su versión.
Una incidencia “abrumadora”
Si bien las delegaciones de los Estados petroleros son actores poderosos en las salas de reuniones y los pasillos de las negociaciones del tratado, hay un grupo que supera con creces a todos los países: los grupos de presión de la industria del plástico. En las conversaciones de diciembre en Busan se registró una asistencia récord de 220 grupos de presión empresariales.
Esa cifra superó con creces incluso a la delegación del país anfitrión, que era de 140 personas, y triplicó el número de científicos independientes. Según un análisis del grupo de derecho medioambiental Ciel, Dow y ExxonMobil sumaron nueve lobistas. Según Ciel, algunos lobistas fueron incluidos en las delegaciones de los países, en lugar de en las organizaciones observadoras, lo que les dio acceso a sesiones sensibles reservadas a los Estados miembros. “La abrumadora presencia de los grupos de presión de la industria sesga la dirección del tratado”, sentencia un documento que circula entre los observadores preocupados por el tratado y al que ha tenido acceso The Guardian. “Este desequilibrio arrincona las pruebas científicas en favor de los intereses corporativos, lo que socava la eficacia potencial del tratado”.
Esta advertencia no es nueva. Otra carta de organizaciones medioambientales dirigida a Andersen en abril de 2024 decía que la falta de una política sobre conflictos de intereses permitía a la industria acceder a los responsables de la toma de decisiones. Según la carta, “la participación de empresas de los sectores del petróleo, el gas y la petroquímica supone una grave amenaza para los objetivos del tratado”.
Un portavoz del PNUMA ha declarado que corresponde a los países negociadores establecer una política sobre conflictos de intereses, pero que habían decidido no hacerlo. En referencia al acoso sufrido por la profesora Carney Almroth en Ottawa, el portavoz ha indicado que el código de conducta de las Naciones Unidas para prevenir ese tipo de comportamiento se aplica estrictamente a todas las reuniones del tratado sobre los plásticos.
Otra palanca de influencia que están utilizando los intereses corporativos es el sistema mediante el cual el PNUMA concede pleno acceso a las negociaciones a sectores de la sociedad civil, como las mujeres, los agricultores, los pueblos indígenas, los niños y los científicos.
La membresía de un grupo se ha disparado recientemente: el de las empresas y la industria. Más de 30 organizaciones de incidencia de la industria química y del plástico se han sumado a las negociaciones desde principios de 2023, casi duplicando el número total.
Entre ellas se encuentran la Asociación de la Industria del Plástico de Estados Unidos, Plastics Europe y grupos nacionales de la industria del plástico del Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, India, Brasil, Colombia, Malasia y Corea. El grupo está copresidido por un funcionario saudí.
El problema, según las voces críticas, es que la industria tiene mucho dinero y claros intereses financieros. “Este tipo de presión e incidencia debería llamarse por lo que es, presión e incidencia. No debería llamarse ”observadores de la sociedad“, afirma una fuente cercana a las negociaciones.
Un informe de InfluenceMap de noviembre de 2024 reveló que grupos de la industria del plástico y los combustibles fósiles, entre ellos ExxonMobil, Sabic, PlasticsEurope y American Fuel and Petrochemical Manufacturers, “abogaron enérgicamente por debilitar el alcance del tratado sobre los plásticos”. El informe puntualizaba que, en cambio, “Los sectores de bienes de consumo y minoristas han apoyado firmemente un tratado ambicioso y alineado con la ciencia, pero [el sector del plástico y los combustibles fósiles] parece tener actualmente la sartén por el mango”.
Carney Almroth también señala que los costes de hotel y vuelo hacen que la asistencia a las negociaciones del tratado sea cara, por lo que los intereses industriales ricos pueden inundar las conversaciones con grupos de presión, mientras que los países más pequeños, los científicos y las ONG luchan por encontrar fondos.
“Los grupos de presión tienen mucho más poder y mucho más acceso”, subraya: “Tienen el poder económico para entrar en salas a las que yo no puedo acceder. Pueden hablar directamente con los ministros con una facilidad que yo no tengo”.
Carney Almroth dice que tiene suerte de estar en posición de poder hablar, con un puesto permanente en una universidad que la apoya en Suecia, un país seguro donde las demandas intimidatorias que han sido dirigidas contra algunos científicos son difíciles de llevar adelante para las empresas. Muchos otros investigadores del plástico tienen miedo de hacer oír su voz por temor a demandas legales, la pérdida de financiación o el daño a su carrera. “Es la misma estrategia de la industria del tabaco: cuestionar la ciencia, cuestionar al mensajero, intentar silenciar a la gente, intentar socavar la credibilidad de las personas”.
Hay un grupo empresarial que es especialmente influyente: el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD), entre cuyos miembros se encuentran importantes empresas de plásticos, productos químicos y combustibles fósiles, como Sabic, BASF, BP, Chevron, DuPont, Dow, LyondellBasell y Shell. El WBCSD ha proporcionado sucesivos copresidentes al grupo empresarial e industrial.
En un comunicado, el WBCSD ha afirmado seguir las normas de procedimiento de las Naciones Unidas y ha manifestado que apoyan “el objetivo global de reducir la producción y el uso del plástico [y] creemos que la participación de las partes interesadas, incluidas las empresas, la sociedad civil, el mundo académico y otros, es fundamental para alcanzar un acuerdo duradero y eficaz”.
“En representación de empresas de todos los sectores y de toda la cadena de valor del plástico, desde los productores de materias primas hasta las marcas de consumo y la gestión de residuos, participamos como organización bien posicionada para compartir los amplios conocimientos y la experiencia del sector privado y apoyar el proceso para que se traduzca en medidas prácticas”.
Malentendidos y desinformación
Los expertos científicos, también deseosos de compartir su gran conocimiento, dicen que han tenido dificultades para corregir las declaraciones erróneas o engañosas realizadas por los grupos industriales durante las negociaciones.
No existe un panel asesor científico oficial para el tratado. En su lugar, la Coalición de Científicos para un Tratado Eficaz sobre los Plásticos (Scept), que se organiza como considera, ha intentado llenar ese vacío. Cuenta con 450 miembros, ninguno de ellos financiado por la industria, y asesora a los países más pequeños afectados por el plástico que no pueden permitirse enviar decenas de delegados a las negociaciones.
Sin embargo, en febrero de 2025, Scept escribió a la oficina que dirige las negociaciones y a Andersen, del PNUMA, para quejarse de la falta de acceso a las reuniones durante la ronda de negociaciones de diciembre.
“Como resultado, nuestra capacidad para seguir las negociaciones se vio gravemente limitada”, afirmaron los científicos. “No pudimos identificar las lagunas de conocimiento, los malentendidos o la desinformación que requieren aclaración, a menudo difundidos por actores con conflictos de intereses”.
Los científicos también han lamentado que se hayan ignorado sus críticas a un importante informe del PNUMA de 2023 sobre “cómo la comunidad internacional puede acabar con la contaminación por plásticos”. Los científicos afirman que el informe no reflejaba todo el abanico de impactos sanitarios y medioambientales de la contaminación por plásticos y era demasiado optimista sobre las soluciones técnicas para hacer frente a los residuos plásticos.
Se invitó a expertos escépticos a participar antes de la publicación del informe y estos aportaron más de 300 comentarios. El PNUMA afirmó que, debido a un “problema técnico”, no se recibió a tiempo para su publicación un correo electrónico con los comentarios de los escépticos. Afirmó que había tenido en cuenta las opiniones de otros expertos y negó que el informe minimizara los impactos del plástico.
“Amenaza para el futuro de nuestros hijos”
Algunos países se están preparando para la batalla en la próxima ronda de negociaciones que se celebrará en Ginebra en agosto. El 10 de junio, noventa y cinco países emitieron una “llamada de atención para un tratado ambicioso sobre los plásticos” en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos.
“Las montañas de plástico están asfixiando nuestro ecosistema, envenenando las cadenas alimentarias y amenazando el futuro de nuestros hijos”, afirmó el ministro de Medio Ambiente de Francia. “Este es un momento crucial. No nos rendiremos”.
Pero Carney Almroth no está segura del éxito. “¿Quién sabe? Ahora estamos planificando y elaborando estrategias para nuestros científicos y pensando cómo vamos a comunicar nuestros mensajes. Pero creo que podemos esperar un circo lleno de humo y ruido”.
Recordó otro incidente de acoso en una de las negociaciones sobre plásticos. Un hombre de la industria del plástico, que no figuraba en la lista de invitados, empezó a acosar y a gritar a los estudiantes que estaban registrando a los asistentes. “Se inclinaba sobre ellos, enfadado, fue un comportamiento muy desagradable”.
“Todos los que me han gritado son hombres blancos del norte global, sin excepción. Es una dinámica de poder”, afirma. “Pero yo no me acobardo. No me dejo intimidar. Y no levanto la voz. Respondo con referencias, hechos y cifras. Además, soy bastante alta y, cuando voy a las reuniones, llevo tacones y soy más alta que la mayoría de ellos. Es mezquino, pero es un juego”.
“Me gusta pensar que estamos teniendo un impacto positivo, que estamos contribuyendo a que se tomen decisiones basadas en datos que nos ayuden a encontrar soluciones que realmente protejan más a las personas y al medio ambiente”.