No está claro cuánto de importante fue el año 2002, así en general, en lo que a algo tan íntimo como el sexo se refiere. Probablemente, cada uno pueda presumir de su propia y muy particular historia. Sin embargo, pasaron cosas. Y algunas de ellas muy serias. Ese año se incluyeron los delitos sexuales en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. Y no menos relevante, se legalizó, por primera vez en el mundo, el matrimonio entre personas del mismo sexo. Ocurrió en los Países Bajos. Pero a poco que busquemos por el lado más lúdico de la historia —en este caso la historia española— encontramos un hecho inaudito, por inexplicable: de repente, un musical que hablaba (y cantaba) de sexo se convirtió en un auténtico acontecimiento. El otro lado de la cama, de Emilio Martínez Lázaro, arrasó en taquilla, coronó a una generación de actores y actrices (la generación Animalario), se inventó de la nada un género inédito y puso en circulación frases que hoy serían, con toda probabilidad, motivo de hogueras en red como «Todos los hombres somos homosexuales»; «Las novias duran lo que duran, pero las ex novias son para siempre y te las puedes follar cuando quieras»; «El verdadero problema de este país es que la gente no folla», o, por supuesto y sin que venga a cuento, «¡Soy el niño melón!». Obviamente, los que las pronunciaban no ocultaban ser lo que eran: unos impresentables machistas hijos de un tiempo impresentable y machista. Pero con mucha gracia, hay que reconocerlo.
«Los primeros sorprendidos fuimos nosotros», recuerda el productor de aquella película Tomás Cimadevilla. Lo hace, y aquí la sorpresa, desde el rodaje de la que será la tercera entrega, también producida por él, de la que ya puede considerarse saga: Todos los lados de la cama es el título y tercera parte que sigue a la original y su secuela de 2005, Los dos lados de la cama. Ahora la película dirigida por Samantha López Speranza ya está acabada y lista para ser estrenada en invierno. «Hay que tener en cuenta que a David Serrano, guionista y padre de la criatura, y a mí nos costó varios años sacar adelante el proyecto de 2002. Nadie creía en él. Nos decían que, si quitábamos los números musicales, quizá. Hasta que lo logramos. En el primer pase ante exhibidores fue increíble, pero nada hacía imaginar en el fenómeno en que se convertiría», sigue por aquello de poner por delante los difíciles precedentes de lo que ahora le vuelve a ocupar. La nueva película retoma casi en su totalidad el casting del principio y por allí que aparecen Ernesto Alterio y Pilar Castro al lado de Natalia Verbeke y Maria Esteve, sin olvidar a Alberto San Juan (el padre de casi todas las sentencias para el recuerdo), Guillermo Toledo y Secun de la Rosa. Pero la gracia no es tanto el pasado resucitado, como ese mismo pasado enfrentado a un presente completamente distinto. Han pasado poco más de 20 años y, a la vista de lo que realmente ha pasado, se diría que son 20 milenios. Todo ha cambiado demasiado.
«Para la gente ordenada, las posibilidades que ofrece ahora el sexo pueden desestabilizar»
«Esa es la gracia», comenta bajo el ruido del secador Alterio. Y sigue: «Mi personaje sigue siendo igual de inmaduro y, se puede decir, que es el padre el que aprende del hijo. Las nuevas generaciones son ahora las que enseñan a sus padres». Y ésa, en efecto, es la gracia. La película cuenta el empeño de dos de los protagonistas de hace dos décadas (ahora padres) por arruinar la boda de sus respectivos hijos. Y hacerlo por el bien de ellos que, de repente, se pliegan a una relación heteronormativa (es decir, de las que tanto presumía el taxista al que daba vida San Juan y que en la nueva cinta se ha convertido en gurú de las relaciones tóxicas) cuando pueden disfrutar de todo lo mucho y variado que ofrece lo nuevo, lo no reglado, lo simplemente libre. Es, si se quiere, el mundo al revés, el cambio promovido por el furor de los conversos. «A mi personaje le ha costado tanto asumir, entender y hasta estar orgulloso de la homosexualidad de su hijo que, cuando éste le confiesa que se ha enamorado, pero de una mujer, no entiende nada, entra en shock y dedica todos los esfuerzos a boicotear la relación», explica divertido Alterio tal cual le dejamos un par de décadas atrás con el mismo balanceo en la dicción de siempre, pero con el pelo blanco.
El momento en que habla Alterio precede a una escena en un bar donde se prepara la boda por llegar. Y ahí que aparece parte del nuevo elenco —que apenas eran unos críos cuando se estrenó la primera película— encabezado por Jan Buxaderas y al que le siguen Lucía Caraballo, Sergio Abelaira y Leire Aguiar. El primero de ellos, Jan, que viene de triunfar en el musical The book of Mormon, cuenta que lo que le seduce de esta película es que se trata de un cine que «se ha dejado de hacer: una comedia honesta protagonizada por capullos integrales». Y dicho lo cual insiste en la idea de asumir la responsabilidad de formar parte de una generación que en poco tiempo ha vivido muchas cosas (olas de feminismo, revoluciones Metoo, reivindicaciones de nuevas identidades…). «Para la gente ordenada como yo, la verdad, las posibilidades que ofrece ahora el sexo son tantas que pueden desestabilizar algo», comenta entre risas y muy consciente de que su papel en la cinta es exactamente el opuesto al que en el pasado encarnaba San Juan y que tantas frases memorables dio.
«El otro lado de la cama costó años que alguien la produjera. Nos llegaron a ofrecer que quitáramos las canciones»
La directora de origen mexicano Samantha López Speranza se suma a todo lo dicho en los párrafos precedentes conocedora de que esa es la clave y la apuesta ofrecida por los guionistas Carlos del Hoyo e Irene Bohoyo. Cuenta que las dos primeras películas españolas que vio nada más aterrizar en España fueron precisamente El otro lado de la cama y Amanece que nos es poco. «Ya había visto mucho clásico español, pero esas dos precisamente modelaron mi idea del país al que llegaba. Y ahora me encuentro aquí, en este set de rodaje». Pausa. «Las películas anteriores de la cama reflejaban una España en la que el sexo se vivía como un misterio, casi un tabú. Ahora no es un tabú, sino algo esencialmente sano. Y eso está bien. No hay nada que pueda ser considerado normativo. Nos falta mucho camino, pero vamos bien. Todavía queda mucho por hacer en todos los terrenos, pero está bien esa sensación de libertad; está bien que lo normativo vaya camino de no existir o que lo normativo sea ser bisexual como mínimo. Y eso, a pesar de que la ausencia de reglas despista y, en ocasiones, dificulta las relaciones», explica de tirón al ritmo de una sonora carcajada con acento de su lugar de procedencia.
Cuenta tanto la directora como el productor que las canciones de ahora, en consonancia, son del año 2000 en adelante. Nada de la banda sonora de la Movida y alrededores que animaron las precedentes producciones encamadas. En el momento que toca, un día después de la escena de la comida para acabar con la boda, una manguera enorme simula una lluvia muy cinematográfica mientras todo el elenco baila y canta Si quieres, del grupo indie Cariño. «La idea es mezclar canciones muy reconocibles y con las que el público se pueda identificar, tal y como ha sido la marca de todas las películas, como alguna que otra sorpresa. Y esta canción, sin ser una completa desconocida, puede sorprender a muchos», añade protocolario Cimadevilla.
Todos los lados de la cama puede leerse como continuación o, mucho más interesante, como refutación de todo lo anterior; como un viaje nostálgico a esos lugares donde, a veces, duele un poco regresar. Al fin y al cabo, todos en algún momento fuimos también el niño melón.