Mateo y Jara también ganaron el Mundial de Australia y Nueva Zelanda, aunque no aparecieran en las fotos oficiales con el trofeo. Fueron el primer gran triunfo de las jugadoras de España, que lograron algo inédito hasta entonces: poder estar acompañadas por sus hijos en las largas concentraciones de estos torneos. En Suiza no está Jara -porque no está su mamá, Ivana Andrés– pero sí Mateo. Su madre, Irene Paredes, capitaneará a España en la semifinal ante Alemania y él será el único hijo de una futbolista. Entre las 92 jugadoras -españolas, inglesas, alemanas e italianas- no hay ninguna madre que pueda beneficiarse de una lucha que ha sido global.
En el hotel Royal Savoy de Lausana él es la alegría de la concentración. La RFEF acordó en mayo de 2023 crear un fondo económico para el desplazamiento de familiares directos a los torneos y, en especial, para que las jugadoras con hijos menores de tres años pudieran compartir tiempo diario de calidad con ellos durante las concentraciones. Mateo está con su otra mamá, Lucía Ybarra, ex jugadora de hockey internacional, en otra zona del hotel, pero tienen un espacio para encontrarse con Irene con comodidad, con juegos, pequeños cochecitos azules y dibujos para colorear, entre ellos el de un león que ya han acabado. «Nos hemos preocupado mucho por que sea un espacio muy accesible para las jugadoras, en este caso para Irene. Que lo tenga cerca y que no tenga que perder tiempo en ir a otro hotel, porque eso no es conciliación», explica a ELMUNDO Reyes Bellver, la directora de Fútbol Femenino.
Es un logro que ya disfrutaron las alemanas durante la Eurocopa 2022, cuando la actual guardameta del Wolfsburgo, Almuth Schult, estuvo acompañada por sus gemelos. Ella, junto a la ex madridista Melanie Leupolz y Tabea Sellner fueron las tres futbolistas que apostaron por la maternidad gestante. Las tres están ahora retiradas y nadie en la selección germana les ha tomado el relevo.
¿Por qué se aplaza la maternidad?
La razón de por qué las jugadoras no tienen hijos hay que buscarla en una combinación de factores. El primero, la edad. En la Unión Europea, la media de edad a la que las mujeres deciden vivir su primer embarazo estaba en 2023, según el Instituto de la Mujer, en 31 años. Cada vez se retrasa más la maternidad. En Alemania se acercan a esa cifra e Inglaterra la tiene en 30 años, pero en España e Italia aún se eleva más: 32 años y medio. Cuando el promedio de las jugadoras de estas cuatro selecciones no alcanza ni los 28 años de las italianas y se rebaja a menos de 26 en las alemanas, no es extraño concluir que no sienten que ha llegado su momento para tener hijos.
La élite lo complica todo. La exigencia física, anímica y el saturado calendario de competiciones, que obliga a continuos viajes, hace que muchas esperen al final de sus carreras. «Será otro capítulo emocionante de mi vida», reconocía la británica Alessia Russo en declaraciones a la BBC. «Hay quien espera a terminar su carrera para quedarse embarazada. Y a mí me parece una pena, porque en otro trabajo te quedarías embarazada antes. Pero ves la hostilidad de la situación… El embarazo se asocia a tener una lesión o peor, porque lo estás eligiendo. Si te rompes el cruzado es qué pena, y si te quedas embarazada, te juzgan», decía Irene Paredes en Mother&Footballer, un podcast realizado por el FC Barcelona.
«Debería tener un hijo y volver a jugar?»
La inglesa Ella Toone, que tiene un novio con un hijo, puso sobre la mesa ese debate antes de esta Eurocopa. «¿Debería tener un hijo y volver a jugar? ¿Podré volver? ¿Y si trato de tener éxito y luego dejo el fútbol?», se preguntaba en voz alta por cuestiones que rondan la cabeza de las jugadoras. No siempre es fácil volver de la maternidad si está en la élite.
«Se confía más en una jugadora lesionada que en una que regresa de una baja por maternidad», reflexionaba la alemana Almuth Schult, que en 2024 tuvo su cuarto hijo y sigue en activo. No siempre es así de fácil. El ejemplo español es Marta Corredera, que tuvo un embarazo complicado cuando era jugadora del Real Madrid y ha confesado muchas veces que se sintió «abandonada».
Y es que el trabajo para facilitar que las jugadoras puedan tomar una elección personal está en los clubes. Las selecciones visibilizan, aunque cueste cada vez más que haya madres en activo.