El PIB chino coge vuelo y su sector exterior gana peso, pero con las alarmas activas por la escalada arancelaria

El consenso del mercado se decanta por elevar sus perspectivas de la economía China para 2025, mientras las multinacionales, americanas o con denominación de origen no estadounidense, muestran su apoyo a un mercado al que cuesta renunciar, pese al desafío geoestratégico al que le está sometiendo la Administración Trump. La combinación de estímulos fiscales y una táctica bien engrasada de diversificación de sus exportaciones han devuelto el optimismo al adormilado . Al menos, tras el primer asalto de la batalla comercial. Porque la segunda mitad del ejercicio estará sometida a nuevas embestidas económicas, domésticas y exteriores.

Un notable póker de bancos de inversión -UBS, Morgan Stanley, Goldman Sachs y Nomura- han revisado al alza sus previsiones del PIB chino con la constatación oficial de que entre abril y junio el ritmo de la segunda economía global aumentó un 5,2% en términos interanuales. Dos décimas por encima del objetivo de Pekín, pero una por debajo del vigor mostrado entre enero y marzo y, en cualquier caso, ligeramente mejor que las expectativas de los expertos.

A golpe de vista, la actividad parece haber superado la “caótica y agresiva” política comercial de la versión Trump 2.0, especialmente beligerante con su archienemigo geoestratégico como la definen los observadores internacionales. También en una segunda lectura, a tenor de los datos del sector exterior y de su industria. Desde luego, dos de los motores más sólidos de la economía china. La doctrina liberal al uso dicta que cuando se encuentran ambas rúbricas del PIB en una misma longitud de onda, la expansión está servida.

Sin embargo, el actual horizonte semestral no está exento de nubarrones. Los cálculos de los servicios de estudios de este abanico de bancos sitúan la remontada anual del PIB chino entre el 4,7% y el 5%. Si bien sus notas a inversores dejan un doble rasero interpretativo del que se hace eco también firmas como la consultora Roland Berger: la manija del ministro de Finanzas, Lan Fo’an, arquitecto de la reacción china a la ofensiva de la Administración Trump “está siendo acertada y muestra que es de altos vuelos a la hora de redirigir el rumbo del en medio de aguas turbulentas con cambiantes corrientes regionales y globales”, lo que confiere a su resiliente estrategia una “sólida confianza doméstica”.

Zhang Ning, de UBS, se suma a esta tesis. A su juicio, los estímulos fiscales, subsidios a la industria y la emisión anticipada de bonos soberanos con medidas de planificación sobre todos ellos, “han creado una atmósfera propicia a la resiliencia”. En especial, por el llamado plan de intercambio de bienes de consumo. La oficina estadística china (NBS, según sus siglas en inglés) reconoce el bálsamo que esta ayuda directa para fomentar el cambio de bienes usados por nuevos entre la población del país. La demanda interna -explican sus expertos- aportó un 68,8% al crecimiento y solo el gasto del consumo, el 52%. Entre enero y mayo, este programa oficial generó 153.000 millones de dólares en ventas, afirma el Ministerio de Comercio.

Consumo dopado con ayudas oficiales

La amplia gama de subsidios para adquirir desde electrodomésticos, hasta vehículos eléctricos o móviles, catapultaron las adquisiciones al por menor hasta el 6,4%. “Ha sido eficaz para crear acicates al consumo”, por lo que Pekín, “probablemente, lo prorrogará” durante todo 2025, dice Standard Chartered. Pero el consumo “necesita algo más que una solución rápida de ayudas”, aducen en Nomura, desde donde no conceden muchas opciones de ampliación a esta iniciativa; sobre todo, por el primer vestigio del gobierno de aplicar medidas de austeridad. “China precisa reformas estructurales como la de su Seguridad Social, para impulsar el consumo de una manera sostenida”.

Aun así, la radiografía del primer semestre sigue evitando cualquier mal presagio. La producción industrial remontó un 6,8%, mostrando un vigor más intenso de lo previsto, y las exportaciones se incrementaron un 5,8% en junio y un 1,1% respecto al mismo mes del año anterior. La salida de mercancías de la Gran Factoría Mundial a sus vecinos asiáticos ha compensado los daños que la escalada arancelaria americana ha generado al comercio global y, muy en particular, al sector exterior chino y sus inciertos y altos gravámenes de entrada en territorio estadounidense a sus flujos de mercancías. Del mismo modo que la capacidad de refino de petróleo alcanzó su nivel más elevado desde 2023; más por aprovechar los bajos precios del crudo que por las demandas productivas de sus fábricas manufactureras.

En consecuencia, en estos dos parámetros también imperan incógnitas sin resolver. Los analistas ven en ellos el efecto de los subsidios a la reconversión industrial y a la digitalización económica, por un lado, y un impulso coyuntural por aprovechar la tregua arancelaria entre EEUU y China, por otro. De hecho, detrás de todas sus suspicacias futuras surge la inquietud sobre la capacidad de sostener el consumo de hogares y las inversiones empresariales sin un pacto comercial entre ambas superpotencias que disipe el temor a nuevas disrupciones en las cadenas de valor y en los cauces logísticos internacionales.

“Surgen indicios de que la demanda anticipada comienza a disminuir gradualmente”, avisa Chim Lee, analista en la Unidad de Inteligencia de , “porque las tarifas de los fletes para envíos desde China a EEUU empiezan a descender”, tras meses de cierto colapso en los puertos de ambas orillas del Pacífico, “cuando se avecina el final de la tregua arancelaria” del 1 de agosto. Y los mayores aranceles recíprocos con los que acaba de amenazar de nuevo Trump en sus más de 150 cartas directas a sus homólogos de todo el mundo se dirigen a países asiáticos, con los que China ha diversificado todavía más sus exportaciones.

Una economía a dos velocidades

Es la doble cara de la coyuntura china desde la Gran Pandemia. El PIB irrumpe por encima de la cota del 5% en gran medida por la gestión del grifo presupuestario en manos del ministro Lan Fo’an y sus permeables inyecciones de recursos -dispone de medio billón de dólares, que puede llegar a ampliar, en escenarios de emergencia, hasta los 850.000 millones-, pero enseguida se instala la cautela.

“Ante los desafíos arancelarios americanos y con un sector inmobiliario en crisis y unos bancos y ayuntamientos cada vez más endeudados, a China solo le ha quedado la opción de impulsar el consumo para estabilizar su dinamismo económico”, advierten en Nomura. En respaldo de esta teoría surgen datos elocuentes. La inversión en activos fijos durante el primer semestre apenas aumentó un 2,8 % interanual, por debajo de las expectativas, lo que refleja la incertidumbre en torno a la guerra comercial, mientras el mercado inmobiliario sigue estancado, con precios de viviendas otro mes más en retroceso (junio) y nuevas reivindicaciones en favor de apoyo político a promotores, constructoras y ciudadanos para estimular el sector.

La postura analítica habla de que la tendencia de las ventas y de los precios de viviendas por la atonía del mercado y por la deflación imperante, que retrasa decisiones en las compraventas, a la espera de retrocesos en el valor final de los inmuebles, continúan frenando la demanda.

Precisamente el fantasma deflacionista afecta, pues, al consumo y al negocio empresarial. Desde Natixis, Alicia García-Herrero, en un reciente seminario-web, llama la atención sobre las políticas de descuento que “aplican masivamente compañías de todos los sectores” para captar el interés consumista, más bien escaso. “Es una percepción general que demuestra que la economía real no confluye exactamente con los datos oficiales y que el sector privado no obtiene los ingresos necesarios para continuar con sus negocios, sino solo para salir al paso”.

Las empresas entran en modo ‘wait and see’

Por si fuera poco, el clima arancelario, está retrayendo a las firmas extranjeras. Según un sondeo del Consejo Empresarial EEUU-China, un porcentaje récord de compañías estadounidenses han decidido congelar sus flujos comerciales con el gigante asiático desde comienzos de año. Menos de la mitad de su muestra, 130 empresas con presencia activa en las dos superpotencias, asume que seguirá invirtiendo en China. El estudio demoscópico se realizó entre marzo y mayo, antes y después de la proclamación del Día de la Liberación arancelaria.

Kyle Sullivan, su vicepresidente de Servicios de Asesoría empresarial, explica que sus empresas asociadas “han adquirido una actitud de esperar y ver hasta que capee el temporal tarifario”. El 40% de las firmas consultadas son multinacionales con sede en EEUU y que generaron más de 1.000 millones de dólares en ingresos en China en 2024. De ellas, el 27% de ellas asegura haber decidido trasladar alguno de sus centros operativos del gigante asiático, “la porción más elevada desde 2016”, enfatiza Sullivan.

Claro que, al otro lado del Pacífico, en EEUU, el escenario difiere, pero no resulta menos sombrío. Nike, Walmart o Shein se encuentran ya entre la cada vez más numerosa lista de formas que se declaran seriamente perjudicadas por el proteccionismo de la Administración Trump por el alza inflacionista que se avecina y que, hasta ahora, no se ha trasladado al IPC de forma directa por los acopios masivos de stock que ha afrontado el sector privado estadounidense para evitar las escaladas de costes asociados a los aranceles recíprocos.

Mientras otras, como Nvidia, la primera en superar los cuatro billones de dólares de capitalización en el mundo, ejercen su influencia en la Casa Blanca, de la que espera obtener de nuevo su licencia para vender su chip de inteligencia artificial H20 a China, que se creó, según informa , para cumplir con las restricciones comerciales previas, durante la Administración Biden, aunque desde abril Trump prohibió su comercialización a Pekín sin permiso federal.

El enrarecido ambiente de los negocios en China recuerda a Yi Fuxian, profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison, a las décadas perdidas de la economía japonesa, asolada por un cóctel de crecimiento casi plano con deflación persistente y a la que no le sirvieron decenios de planes fiscales expansivos para evitar que se le colgara el cartel de enfermo económico mundial. Como a Japón, al también le asola otro espectro más oculto, pero de incierto resultado -el envejecimiento poblacional que ha emergido con fuerza- así como un prolongado y tortuoso aterrizaje, con episodios de brusquedad, de su sector inmobiliario, augura Yi Fuxian.