Muere José María Guelbenzu, escritor, crítico y editor clave en la literatura española durante 60 años

Una gota de afecto, la última novela de José María Guelbenzu (Siruela, 2025), anunciaba casi explícitamente que su escritor se despedía con ella de sus lectores, pero sin buscar la reconciliación ni la complacencia. El aire de la prosa, poético y deliberadamente anacrónico, el paisaje casi gótico, los personajes estancados en un espacio cerrado, las familias enconadas y claustrofóbicas… En las últimas páginas de Guelbenzu, el personaje que los lectores habrían podido identificar con el escritor (por edad, carrera profesional y clase social) se revelaba como un huérfano sin solución, mendicante de afecto, dirigido a la autodestrucción del deseo. Algunos meses después de la publicación de aquel libro, Guelbenzu ha muerto a los 81 años.

La trayectoria de Guelbenzu en la literatura fue larga pero su obra como escritor estuvo subordinada, durante muchos años, a su trabajo como profesional. Guelbenzu estudió en Madrid con los jesuitas, pasó por Derecho y empezó a trabajar en la revista Cuadernos para el Diálogo, el medio que aglutinó a la oposición al franquismo no marxista. Desde el periodismo, Guelbenzu saltó a la edición. En 1970 ya trabajaba en Taurus. En 1977 empezó a dirigir el sello y en 1982 se hizo cargo de Alfaguara. Antes, desde los años 60, Guelbenzu tanteó con la novela. En 1968 publicó El mercurio, un texto en la estela de Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos. La noche en casa (1977) fue la primera novela de Guelbenzu que tuvo impacto. Era una crónica del desencanto generacional con aires de novela de espías que anticipaba algunos de los rasgos reconocibles de sus novelas: historias de personajes endurecidos que llegaban a algún lugar o, mejor aún, volvían a algún lugar, y descubrían el deterioro moral del mundo pero que también se enamoraban y en su anhelo encontraban un consuelo de nobleza…

El esperado, La tierra prometida, El sentimiento… En la década de 1990, Guelbenzu dejó la edición y se dedicó a la crítica y a la narrativa. En 1992, su carrera cambió, casi por casualidad: Guelbenzu inventó como en un entretenimiento a Mariana de Marco, otra forastera, una funcionaria judicial que llegaba a una ciudad de Cantabria llamada G. y que era inteligente, meticulosa y ácida e independiente. Su destino era chocar contra el mundo provinciano en el que tenía que investigar crímenes. Mariana de Marco debutó en No molesten al asesino (2002) y protagonizó 10 novelas hasta 2022. Su molde era el de la novela negra clásica y su paisaje era un Cantábrico brumoso y carcomido como el de Una gota de afecto.

«La novela puede cambiar pero no puede morir. El hombre lleva contando historias desde Altamira. La novela nació en el siglo XIX, cambió sus lenguajes en el XX, pero no está agotada. Como el mundo, está en permanente transformación, como la corriente, en movimiento. El problema está en cómo contar las historias», dijo Guelbenzu en una entrevista publicada en EL MUNDO en 2019. Y, después, enumeró las novelas que de verdad habían importado en su vida. «Rojo y negro, de Stendhal; El ruido y la furia, de Faulkner; Tristram Shandy, de Laurence Sterne; Las alas de la paloma, de Henry James, y El pirata, de Joseph Conrad. Y de Kafka lo que quiera, El castillo, por ejemplo. Pasé todo un verano arrebatado intentando comprenderlo».

El gusto de Guelbenzu era más anglo-americano que francófilo o alemán. Sus libros han tenido siempre la fama de ser fríos y casi filosóficos, pero también hay textos casi autoparódicos como la reciente Mediodía en el Tiempo . Sus críticas, en cambio, fueron apasionadas y directas.