El Gobierno de Benjamin Netanyahu camina por la cuerda floja tras la espantada del partido ultraortodoxo Judaísmo Unido de la Torá (UTJ), que este lunes ha anunciado su salida de la coalición gubernamental israelí en plena guerra en Gaza. La ruptura se ha producido por un motivo de fondo que lleva años embarrando la política israelí: el reclutamiento militar de los jóvenes haredíes que estudian en las yeshivás. Tras semanas de amenazas y reproches, seis de los siete diputados que mantiene el grupo en la Knesset han presentado su dimisión. El séptimo, Yitzhak Goldknopf, ya se había marchado un mes antes. Resultado: Netanyahu queda con una mayoría ínfima de 61 escaños sobre 120. Un soplido más y su Ejecutivo podría venirse abajo.
La línea roja de los haredíes
La primera en romper la baraja ha sido Degel HaTorá, la facción no hasídica de UTJ. En un comunicado recogido por The Times of Israel, su portavoz ha confirmado que “los miembros del Knesset de Degel HaTorá abandonarán hoy el Gobierno y la coalición”. Y ha añadido que el Ejecutivo ha incumplido de forma reiterada su compromiso de garantizar el estatus especial de los estudiantes de Torá, a quienes se les eximía del servicio militar obligatorio. “Intentan aumentar las dificultades de la vida de los estudiantes de la Torá”, ha denunciado el partido, que ha actuado tras consultar con su máxima autoridad religiosa, el rabino Dov Lando. Este último ha recalcado en una misiva adjunta que “la participación en el Gobierno y en la coalición debía terminarse de inmediato, incluida la dimisión inmediata de todos los cargos”.
La otra pata de Judaísmo Unido de la Torá, la rama hasídica Agudat Yisrael, no ha tardado en seguir sus pasos. El ministro de Asuntos de Jerusalén, Meir Porush, ha asegurado que el nuevo proyecto de ley sobre el reclutamiento no responde a las exigencias de su comunidad ni de sus líderes espirituales. Por eso, él mismo, el presidente del Comité de Finanzas del Knesset, Moshe Gafni, y el viceministro de Transporte, Uri Maklev, han registrado sus dimisiones. Aunque no serán efectivas hasta dentro de 48 horas, el mensaje es claro: Netanyahu tiene apenas dos días para frenar la sangría.
Un frente interno en plena guerra
El golpe llega en el peor momento posible. En plena campaña en Gaza y con la guerra abierta en varios frentes, la pérdida del bloque ultraortodoxo deja al primer ministro israelí en situación crítica. Su margen parlamentario es ahora de apenas un escaño, y cualquier ruptura adicional lo dejaría fuera del poder. La crisis arrastra una larga historia. Durante décadas, los haredíes han evitado el reclutamiento con base en una exención legal que beneficiaba a los estudiantes de seminarios religiosos. Pero en 2023, el Tribunal Supremo ordenó al Ministerio de Defensa que empezase a reclutarlos. Desde entonces, los partidos ultraortodoxos han presionado al Ejecutivo para blindar su privilegio mediante una ley específica.
La dimisión del UTJ también reaviva el acuerdo de mínimos que Netanyahu firmó en junio con los haredíes para evitar una moción de censura promovida por la oposición. Aquel pacto suavizaba las sanciones previstas en el proyecto de ley presentado por el presidente del Comité de Asuntos Exteriores y Defensa del Knesset, Yuli Edelstein. Ahora, ese frágil equilibrio vuelve a romperse.
El siguiente en moverse podría ser el partido Shas, también ultraortodoxo y socio clave del Gobierno. Según ha informado la televisión pública Kan, su líder, Aryeh Deri, ha instado a su dirección a “prepararse para dimitir del Gobierno en los próximos días y unirse a la oposición”. El movimiento, según estas informaciones, estaría coordinado con Judaísmo Unido de la Torá.
El campo de batalla se traslada así del frente militar al Parlamento israelí, donde el pulso por el servicio militar haredí amenaza con volar por los aires la coalición más derechista de la historia reciente del país.