Del carbón al arte: Ponferrada busca una nueva vida sobre sus cenizas

A finales de los años 50 la central térmica de Ponferrada tomó conciencia ecológica, más o menos. En lugar de tirar al río Sil los restos de ceniza y escoria industrial resultantes de la quema de carbón, éstos se acumularían en un rincón al norte de la ciudad. «La montaña prácticamente se veía casi desde cualquier lugar», señala Edu, el mediador que explica la historia de aquella central construida en ladrillo visto a principios del siglo pasado -ahora convertida en museo de la energía y denominada Fábrica de Luz- mientras enseña una imagen de época. «Cada vez que soplaba el viento, había que recoger la ropa tendida para que no se manchara de hollín».

Impresiona ver cómo la masa gris sobresalía en el perfil urbano, igual que la negligente montaña de neumáticos ardiendo de Springfield que aparece en la serie Los Simpson. La acumulación de Ponferrada llegó a tener cuatro millones de metros cúbicos entre varios depósitos situados en la zona conocida como la escombrera: el doble que la Gran pirámide de Keops.

La cosa no cambió cuando en 2003 se decidió eliminar la brutal masa gris. El terreno se convirtió en vertedero ilegal, demostrando que las transiciones de gran calado nunca son fáciles. La desindustrialización de las zonas mineras en España tampoco fue un proceso limpio y festivo. El trauma del desempleo fue una de las consecuencias más evidentes, pero no la única secuela en una población que durante siglos vinculó su identidad a la industria energética.

Sobre la antigua escombrera ahora se levanta el estadio de la Ponferradina, el Toralín, que este año tampoco ha subido de categoría, sumiendo a la ciudad en otro duelo algo más llevadero. Parte del estadio es visible desde los jardines de la central térmica de Compostilla I que sustituyó a la antigua, situada a unos doscientos metros y en la que Edu realiza sus visitas guiadas. La moderna fue levantada en 1941 con un imponente estilo racionalista y se mantuvo en funcionamiento hasta 1974.

Tras décadas de abandono, desde hace dos años es un espacio cultural multiusos que viene a sanar las heridas que dejó la desindustrialización mediante la producción de otro tipo de energía. Una que cohesiona el territorio mirando al futuro, pero sin olvidar en ningún momento el pasado.

«Se cerraron las minas y la central térmica, pero nuestro objetivo es aprovechar estos lugares. Es una manera de que las nuevas generaciones conozcan ese legado, cómo eran estas centrales, cómo era este pasado industrial del Bierzo», afirma Concepción Hernández, directora de museos, patrimonio y cultura del CIUDEN -Ciudad de la Energía-. Una fundación dependiente del Instituto para la Transición Justa que fue creado en 2020 por el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico para dar continuidad al antiguo Instituto para la Reestructuración de la Minería del Carbón y Desarrollo Alternativo de las Comarcas Mineras (1997).

Una de las joyas del CIUDEN es la Térmica Cultural, que lleva dos años abierta. «Energéticamente, éste fue un territorio muy importante para el resto del país», continúa Hernández. «Por eso la Térmica nace con una ambición más nacional, para que Ponferrada pueda ser conocida por sus actividades culturales dinamizando un territorio apartado a través de las artes», agrega.

La Térmica se divide en varias zonas activas. En lo que fue la sala de turbinas se celebran conciertos y festivales, como el de flamenco, que va por su tercera edición y ya tiene un fuerte arraigo entre la afición nacional. En el auditorio se desarrolla el programa Dinamiz-ARTj -transición justa mediante las artes- con propuestas escénicas y musicales que luego pueden viajar a alguno de los 197 municipios afectados por la descarbonización, ya sea por la minería o las centrales térmicas y nucleares. Hay también espacios que de forma interactiva muestran aspectos pedagógicos relacionados con la energía y un impresionante jardín en la sala de calderas con variedades antediluvianas como las que crecían en la era carbonífera de la zona.

La antigua sala de condensadores se usa para presentar exposiciones de gran formato. «Queremos mostrar proyectos que normalmente solo llegan a grandes ciudades», continúa Hernández, incidiendo en los derechos culturales de poblaciones excéntricas. Estos días se puede visitar una excelente muestra de Joaquín Sorolla, cuya delicadeza en la pincelada contrasta con las formas brutalistas del espacio expositivo, en el que las estructuras de hormigón que sostenían la central energética se han dejado prácticamente intactas. «Una parte fundamental de su obra recogía la antropología social, la etnografía de los territorios de España. Nosotros también lo hacemos, pero en este caso recuperando el patrimonio industrial».

Concepción Hernández formó parte del equipo que recorrió el Bierzo para entrevistar a los trabajadores de las minas y las centrales, en 2009. «Empezamos recogiendo todos esos testimonios orales. La visita guiada a la Fábrica de Luz se hace a partir de los relatos de los propios trabajadores», expone. Esa base documental, que continúa ampliándose, sostiene un hilo con lo que fue. «Los testimonios de todas esas personas que trabajaron en la industria tienen un valor incalculable para los habitantes de estas comarcas», apunta Yasodhara López García, directora general de CIUDEN. «Una transición hacia un nuevo modelo energético no supone bajo ningún punto de vista renunciar al pasado, todo lo contrario».

CIUDEN gestiona también un centro de formación en restauración ambiental y jardinería y un complejo tecnológico dedicado a la investigación sobre captura de CO2, oxicombustión e hidrógeno verde. Desde estas plataformas se impulsan colaboraciones con universidades, proyectos europeos y de combustibles sostenibles aplicados al transporte o la generación eléctrica.

Las diferentes misiones de la fundación operan como partes dispares de un mismo proceso de producción y reconstrucción social. Igual que en la generación de energía intervienen fases sucesivas que dan como resultado el progreso y bienestar social y económico, CIUDEN reconstruye regiones devastadas por la desindustrialización que ya antes sufrieron las dificultades asociadas a la dureza cotidiana de la mina y la propia industria, tanto ecológicas como sociales.

En ese esfuerzo de reconstrucción, a las actividades del programa Dinamiz-ARTj se unen las de la Recicladora Cultural, que promueve la extensión de los derechos culturales haciendo viajar exposiciones a municipios pequeños afectados por la desindustrialización y otros de menos de 5.000 habitantes en riesgo demográfico. «Hemos firmado un acuerdo con la Dirección General de Bellas Artes mediante el cual se adhieren a este programa todos los museos nacionales», apunta Hernández, que explica cómo CIUDEN se encarga de gestionar el almacenaje y la logística asociada al diseño y la producción expositiva.

Para Yasodhara López, el «objetivo principal» es «el de universalizar la cultura». «Las nuevas generaciones deben de ser conscientes de que cuentan con unos derechos culturales que los amparan, en el sentido más amplio durante estos procesos de cambio. Hacerles ver que es posible conseguir una oferta de calidad sin importar dónde vivas». Los jóvenes del Bierzo ya no verán la montaña de ceniza, pero pueden crecer sobre su huella sabiendo que la cultura también es un modo de sostener el territorio.