Nine Inch Nails en concierto nunca ha sido solo un concierto. Al contrario de lo que opinan algunos puristas del rock, que desdeñan la parafernalia de los grandes shows como si fueran una cáscara vacía, Trent Reznor concibe la puesta en escena de sus canciones como un espectáculo en el que el sonido, del ruido al murmullo, es realzado por los efectos lumínicos. Su tremendo equipo de luces ha potenciado las sacudidas de las canciones con un amplio repertorio de efectos por todos los costados del escenario, como si el grupo estuviera en una caja palpitante.
Esta noche Nine Inch Nails han ofrecido en el festival Mad Cool el espectáculo más ambicioso de sus cuatro décadas de trayectoria, una exhibición tecnológica para una música oscura, amenazante y angulosa, rica en matices, repleta de sorpresas y nada complaciente con los numerosos fans del grupo, que han teñido de negro la hierba artificial del festival madrileño.
El triunfo artístico de Nine Inch Nails ha destacado sobre el resto de actuaciones en esta segunda jornada de Mad Cool, con un público estimado entre 50.000 y 60.000 personas. Este viernes no se han repetido los problemas eléctricos del jueves, cuando los conciertos de Gracie Abrams e Iggy Pop se vieron afectados por sendos cortes de luz. Además del grupo de Cleveland, este viernes han actuado en el festival Alanis Morissette, Benson Boone, Jet, Noah Kahan y unos formidables Alcalá Norte, que se han reivindicado en su ciudad.
Trent Reznor y Atticus Ross son a día de hoy, sobre todo, un exitoso equipo de compositores para cine. En los últimos 15 años han ganado dos Oscar, dos Grammy y tres Globos de Oro por sus bandas sonoras. Lo explica habitualmente Reznor (60 años recién cumplidos), que sus numerosos proyectos paralelos, que son muchos, le ayudan a mantener Nine Inch Nails como una entidad creativa emocionante que puede abandonar y retomar sin sentir que cae en la rutina.
En esta nueva fase, en su primer concierto en España en siete años, hemos encontrado una música repleta de aristas y contrastes, entre el rock industrial, el metal y el punk-rock, con guitarras que cortan como serruchos, electrónica maquinal, pianos graves y baterías rigurosas. Ese es el preámbulo a su próximo disco, en el que se supone que ya están trabajando (los dos anteriores se publicaron al principio del confinamiento, hace cinco años).
Las letras NIN grabadas en los cientos de camisetas que se podían ver en el recinto parecían ser la contraseña para acceder a la catarsis liberadora que luego se ha vivido, ya de madrugada. El grupo de Trent Reznor ha empezado implacable con The Beginning of the End, Wish, March of the Pigs y Piggy y ya no ha abandonado la máxima tensión dramática, con momentos vertiginosos como Copy of A, hasta el gran final con The Perfect Drug y el arrebato de Hurt.
El verano cañón de Alcalá Norte
Este viernes también han actuado en Mad Cool artistas internacionales como Alanis Morissette, Benson Boone, Noah Kahan y Jet, pero el otro gran concierto ha sido el de Alcalá Norte. El grupo revelación de 2024 ha ofrecido una actuación estupenda, que certifica su progresión en directo.
Los artistas internacionales suelen funcionar como anzuelo principal en los carteles de los festivales, pero ocurre muy a menudo que hay grupos españoles perdidos en el gazpacho de nombres que aseguran un mogollón de gente frente al escenario y, lo que es más importante, un concierto de calidad.
Y de calidad van sobrados Alcalá Norte, que han mejorado mucho en concierto y que han decidido alargar el éxito de su álbum de debut, publicado hace 15 meses, con una gira de festivales impresionante: entre abril y octubre están participando en 25 macroeventos. En Mad Cool no han ocupado ninguno de los escenarios principales, sino el tercero en importancia, donde las canciones de su disco han sido coreadas y celebradas, con pogos incluidos.
El grupo más cañí del festival (su carismático batería ha salido con una bota de vino, su cantante daba sorbos a una copa de tinto frente al sol con maillot ciclista de Madrid) invoca en su inusual estilo el sonido de los años 80. Mezclan con melancolía y rabia el post-punk, la nueva ola, el rock urbano y la estética del indie inicial (el auténtico) en canciones contraculturales que tienen su elemento diferencial en las letras y melodías de voz y que han crecido a la categoría de himnos, o antihimnos. Ganadores del Premio Ruido, que otorga la asociación de la prensa musical al mejor disco español de 2024, de cuatro premios MIN, de la asociación de discográficas independientes, y del Premio de la Academia de la Música al mejor grupo nuevo, ahora han ganado en aplomo y consistencia, digamos que han ganado ‘profesionalidad’, pero sin perder la rareza y la diferencia que los hace tan especiales.
Han tocado su disco entero y verdadero, han hecho su versión de 10.000 de Los Planetas, de la que se han apropiado hasta hacerla completamente nueva, y han ido sumando y sumando público a medida que el sol caía y ellos se calentaban. No quieren pensar en un segundo álbum hasta el próximo año y se va a hacer largo.
Benson Boone, cabriolas de pop
Alcalá Norte tienen 200.000 oyentes mensuales en Spotify y el energético Benson Boone tiene 57 millones, con un megaéxito del tamaño del Himalaya (Beautiful Things) y otro del tamaño del Mont Blanc (In The Stars). ¿Por que no hablar más de él, entonces? Porque hay poco que contar, en realidad. El suyo es un típico éxito ‘a la americana’. Grandilocuente, descarado, obsceno y ridículamente optimista: inane.
Sus canciones diseñadas para TikTok, futuros éxitos de FM serie oro, se sustentan sobre una capacidad vocal similar a sus atléticas piruetas, un repertorio de cabriolas efectistas que no contienen ninguna sustancia. Es el escaparate de un gimnasio, un reel, una chuchería, una comedia de situación con risas enlatadas. Entretenido, horterilla, incluso divertido, pero completamente inofensivo. A la gente le gustó mucho.
Jet, para nostálgicos
La decisión de colocar a los australianos Jet ocupando el escenario principal en ‘prime time’ parecía una apuesta arriesgada y su actuación lo ha confirmado. El grupo tuvo un cierto impacto hace dos décadas cuando el revival del rock & roll nos regaló a los White Stripes, los Strokes y toda aquella pandilla de revivalistas, pero ni Jet fueron los más astutos de aquella generación ni lo son ahora, dos rupturas y dos reuniones después y tras 15 años sin sacar un disco. Defienden con solidez sus viejas canciones (que ya nacieron viejas), pero solo con una interpretación muy especial podrían sacar adelante esta sucesión de clichés.
Noah Kahan, country sensible
Noah Kahan está enamorado de su falsete. Normal, es que su falsete es extraordinario y en sus canciones de cantautor sentimental funciona bien, pero tanto gorgorito es como un niño que no para de contar el mismo chiste. El fenómeno estadounidense narra sus debilidades y aflicciones con un calculado country-folk entre el sonido de guitarras eléctricas AOR y los arreglos de violín, mandolina, banjo y guitarra acústica. Por momentos, parece un tipo sencillo que se ha visto de repente, oh, ante decenas de miles de personas, pero en sus canciones está patente el deseo de cortejar al gran público.