Donald Trump lo vendió como un golpe maestro, como uno de los bombardeos de mayor éxito de la historia militar de los Estados Unidos. Habló de «destrucción total» y lo calificó de operación “perfecta». En su relato, el inquilino de la Casa Blanca aseguró que todas las instalaciones nucleares de Irán (Fordo, Natanz e Isfahán) terminaron «completamente destruidas», que los pilotos que lo llevaron a cabo merecían una medalla y que la amenaza iraní quedó enterrada bajo toneladas de escombros. Pero un informe preliminar elaborado por la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) de Estados Unidos, según han revelado The New York Times, CNN o Reuters, asegura otra cosa: el programa nuclear de Irán ha quedado tocado, sí, pero solo durante «unos pocos meses». Ni un año, ni medio. Meses.
La Operación Martillo Centinela, con bombarderos B-2 lanzando hasta 14 bombas GBU-57, capaces de atravesar montañas, no consiguió lo que Trump proclama. Se destruyeron los accesos a las instalaciones y se arrasaron varias estructuras en superficie, pero lo que es el núcleo del programa nuclear iraní, este sigue intacto. La planta de Fordo, excavada en lo más profundo de una montaña, resistió. La de Natanz fue la más castigada, aunque los túneles clave siguen ahí. En Isfahán, directamente, ni siquiera se emplearon bombas perforantes, porque el Pentágono ya asumía que no llegarían al nivel donde se concentra la actividad crítica de la producción nuclear de Irán.
«El programa se ha ralentizado, pero no se ha destruido», resume uno de los responsables del informe a la CNN, que ha tenido acceso directo al documento de la inteligencia de los Estados Unidos. «No se ha tocado el uranio enriquecido, las centrifugadoras están casi todas en su sitio y la infraestructura clave, la que realmente permite fabricar una bomba, no se ha destruido. Han perdido capacidad, sí, pero no la suficiente como para decir que el programa ha quedado inutilizado. Se han ganado unos meses, poco más. Lo que no se ha hecho ahora, podrán reconstruirlo en otra ocasión», asegura al canal estadounidense.
En The New York Times, que también ha tenido acceso al informe de la DIA, subraya otra conclusión relevante del texto: «Las bombas destruyeron los accesos, sí, pero no lograron acabar con las instalaciones subterráneas», según varios funcionarios familiarizados con la evaluación preliminar de la inteligencia estadounidense. La agencia ha avisado que para provocar un daño crítico y definitivo, por ejemplo, en la planta nuclear de Fordo, «harían falta días o semanas de bombardeos sostenidos en los mismos puntos”.
Trump contra todos
La reacción del presidente no se ha hecho esperar. Desde La Haya, donde ha viajado para participar en la cumbre de la OTAN, Donald Trump ha contraatacado en su red social, fiel a su estilo: en mayúsculas, y sin filtros, atacando a los medios de comunicación que han recogido el informe prelimianr: «Las instalaciones nucleares de Irán están completamente destruidas. Las noticias falsas de la CNN y del fracasado New York Times solo quieren minar el éxito de una misión histórica. Uno de los golpes militares más exitosos jamás realizados», remató el republicano.
Trump no solo ha cargado contra los medios de comunicación, sino que ha tomado una decisión que ha tensado todavía más la relación con el Congreso. Después de la filtración del informe preliminar de inteligencia, que matiza mucho el relato triunfalista de la Casa Blanca, el presidente ha cancelado sin explicaciones las sesiones informativas clasificadas que estaban previstas esta semana. La maniobra ha indignado a varios legisladores, que ya habían mostrado dudas sobre la eficacia real del ataque en Irán.
“Trump acaba de cancelar la sesión secreta sobre Irán. ¿Por qué será? Su equipo sabe que no puede sostener su fanfarronería”, ha escrito el congresista demócrata Pat Ryan en su cuenta de X, señala Reuters. Desde las filas republicanas, el tono ha sido más prudente, pero igual de significativo. “He estado al tanto de este plan desde hace tiempo y nunca se diseñó para destruir completamente las instalaciones nucleares, sino para causar daños relevantes”, ha reconocido Michael McCaul, expresidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara.
La Casa Blanca, por su parte, ha salido en bloque a defender la versión oficial. La portavoz Karoline Leavitt ha calificado el informe filtrado como “totalmente erróneo” y ha acusado a “un don nadie de bajo rango” dentro de la comunidad de inteligencia de traicionar al país. “Es un intento descarado de desacreditar al presidente y a los valientes pilotos que llevaron a cabo una operación impecable. Todo el mundo sabe lo que pasa cuando se sueltan catorce bombas de 30.000 libras perfectamente sobre sus objetivos: aniquilación total”, ha dicho en un comunicado.
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, ha insistido también en que el ataque fue un éxito rotundo. “Nuestros misiles impactaron justo donde debían. La capacidad de Irán para fabricar armas nucleares ha quedado reducida a polvo”, declaró. A pesar de sus palabras, el propio jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Dan Caine, rebajó el tono durante la rueda de prensa del domingo: “Es demasiado pronto para saber cuánto sigue en pie. Los informes definitivos aún están por llegar”.
Una tregua inestable, pactada a medias
La ofensiva militar se ha detenido, al menos por ahora. El propio Trump anunció el lunes por la mañana un alto el fuego entre Irán e Israel, pactado —según dijo— tras mantener conversaciones directas con los líderes de ambos países. Fue un movimiento inesperado, sobre todo tras haber autorizado uno de los bombardeos más agresivos de los últimos años. “He ordenado que esto termine”, declaró a los medios antes de partir a Europa. Y no dudó en reprender a su aliado más estrecho en la región: “Tengo que conseguir que Israel se calme ya. Llevan tanto tiempo pegándose que ya no saben lo que coño están haciendo”.
Pese al anuncio, la tregua ha estado plagada de violaciones casi desde el primer minuto. Israel reconoció haber bombardeado un radar cerca de Teherán horas después de la entrada en vigor del alto el fuego, y acusó a Irán de lanzar misiles justo antes del límite acordado. Teherán lo niega. Ambos gobiernos han levantado ya las restricciones civiles y han reabierto su espacio aéreo, pero el ambiente es de desconfianza absoluta.
El presidente iraní, Masoud Pezeshkian, ha declarado una “gran victoria” y asegura que Irán está dispuesto a retomar el diálogo con Estados Unidos. Desde Tel Aviv, el primer ministro Netanyahu insiste en que la amenaza nuclear ha sido neutralizada, al menos por ahora. Lo cierto es que la tregua parece más un paréntesis que una solución. Los tres países saben que lo que no se resolvió bajo tierra puede reactivarse en cualquier momento.