Maxi Iglesias (Madrid, 1991) reluce. Es un hecho y, en cierto modo, una cruz para quien lleva desde su explosión como generador de suspiros adolescentes en ‘Física o química’ intentando alejarse del cliché de galán. Con escaso éxito, según él mismo. El actor estrena dos proyectos a la vez, la serie ‘Matices’ (SkyShowtime) y su primera novela, ‘Horizonte artificial’, un thriller velocísimo que significa mucho más para él que el clásico ‘libro de famoso’: «Ha sido una vía de escape de mi realidad laboral».
- ¿Qué le pasa a tu realidad laboral?
- Tengo trabajo como actor, soy un privilegiado, pero desde hace años llevo trabajando para que me den otro tipo de papeles que no sean de guapo, no me los dan y me he hartado. Necesito contar cosas y hacer personajes diferentes, pero como no me los dan, he decidido escribirlos yo. Es mi manera de decir a la industria y a la gente: «Hostia, en vez de ser el guapo que está encantado de ser guapo y que quiere actuar de guapo, este tío tiene otras cosas en la cabeza». Siento la necesidad de mostrarme de una manera que no se me permite.
- ¿Tan encasillado te sientes?
- La gente que escribe para mí o personajes en los que yo puedo encajar siempre piensa en ese rol de tío guapo. Es así. En plan: «Mira, no te salgas de este tiesto». Lo mejor de la escritura es que nadie me puede condicionar. Si me tengo que escribir los papeles que no me escriben los demás, pues lo haré.
- La condena del guapo…
- A ver, no voy a decir que ser guapo haya sido negativo para mí. Al final, he trabajado mucho gracias a personajes que, principalmente, necesitaban unas cualidades físicas. Eso es así. Lo que pasa es que con eso estás construyendo una idea que hace que luego nadie te vea de otra manera. Es otra cosa que quiero cambiar con la novela. Mira, apelo a los lectores de ‘El Mundo’, que soy suscriptor, a que me den esa oportunidad. Desde que salió el libro me he encontrado con un 70% de comentarios positivos frente a un 30% a los que les da igual lo que hagas porque ya han decidido quién eres y lo que vales. Es tan fácil tener un prejuicio… ¡Pero van ganando los otros!
- Hay una desconfianza comprensible ante esta ola de famosos en otros ámbitos que publican novelas.
- Es así y yo sé lo que hay, no nos engañemos. Tengo una tarjeta de visita muy potente cuando hablo con una editorial y es que he trabajado en cine y televisión durante años, mucha gente me conoce y algún curioso se va a asomar al libro sólo por eso. Pero ojo con eso de vincular esa fama con el éxito de tus proyectos. Sé de compañeros y compañeras que tienen millones de seguidores en Instagram y eso no se ha traducido en una taquilla mayor. Estamos hablando de 8 o 9 euros que vale una entrada de cine y lo que me ha demostrado la gente en estas dos semanas es que se han gastado 20 euros para zambullirse en mi historia. Eso no es por que yo sea conocido, creo.
- ¿Cómo te sentiste firmando en la Feria del Libro?
- Es de lo más bonito que he vivido en mi carrera porque era por algo creado por mí. Estaba yo ahí y no me había puesto ningún productor ni era un personaje inventado por otra persona. Era yo frente al mundo. Fue muy gratificante.
- La protagonista es una mujer, pese a lo que comentabas de escribir papeles que nadie te ofrece.
- Sí, en la adaptación de mi propia novela no sería el protagonista. El otro día leí a un director de cine decir que hay que ser narcisista en esta profesión. No sé en qué porcentaje de narcisismo me deja que, una persona llamada a ser narcisista por su físico, escriba un libro y no hable de mí, de lo que quiero llegar a ser ni de lo que podía haber sido. Al final todo esto es un juego y hay que llevarlo con tranquilidad.
- Para llegar a esa tranquilidad, el proceso ha sido largo.
- Muy largo. Me he llevado muchas hostias, muchos comentarios ofensivos… Quizás en una dosis menos venenosa, pero esos comentarios siguen estando y con el tiempo aprendes a darles la importancia justa. Ha sido un proceso y un ejercicio conmigo mismo en el que la escritura siempre ha jugado un papel importante. Es parte de mi vida como jugar al pádel con amigos o, ahora, hacer surf y lo recomiendo siempre que puedo. Escribir ha sido una forma de sanación. Llevo haciéndolo desde los 16 años y siempre me ha ayudado a gestionar todo lo que me ha pasado, que no ha sido muy normal.
- Por ejemplo, convertirte en ídolo juvenil con 17 años.
- Ahí me ayudó mucho. Tuve un muy buen profesor de literatura en el colegio que nos encomendaba la misión de lanzarnos a escribir. Artículos, ensayos, cartas al director, ficción… Ahí era donde realmente me podía explayar con las cosas que tenía en la cabeza. ¿Qué pasó a los 17, 18, 19 y 20 años? Que todas mis ilusiones, motivaciones y convicciones de hostia se aplastaron. Llega una cosa que se llama fama y se lo lleva todo por delante porque te mete en un mundo plagado de prejuicios. Todo el mundo me decía quién era: «No puedes hacer esto», «no debes hacer eso otro», «guapo y en la tele, seguro que eres estúpido», «haces una serie de adolescentes y encima, te mantienes en forma, no te da para más»… Tío, esos son los comentarios a los que me he enfrentado toda la vida. Y no vengo de víctima, pero es la realidad.
- ¿Cuánto te afectó a una edad tan complicada?
- Con el tiempo los he colocado, pero en ese momento me afectó muchísimo. A esa edad no estás preparado para afrontar ese nivel de crítica y dejas de hacer muchas cosas, como por ejemplo escribir. Pensaba que si ya tenía que hacer frente a todos estos prejuicios, a saber qué iba a pasar si encima me salía del carril marcado. En vez de verlo como una oportunidad para demostrar que la cabeza me da para un poquito más de lo que pensaba la gente, lo veía como un riesgo de recibir más. Me hice pequeño, pero con el tiempo logré preguntarme: «¿Pequeño ante quién? ¿Quién me acompaña al súper a hacer la compra? ¿Quién me ayuda a pagar la hipoteca? ¿Quién me arropa por las noches?». Nadie.
- Hay una respuesta bastante razonable a eso: abrazar la fama, salir y divertirte. ¿No te tentó?
- Eso está ahí, pero tengo algo dentro muy potente, que es mi mayor herramienta y lo que me ayuda a seguir sin despistarme. Mi padre falleció cuando yo tenía seis años, mi madre ha tenido que hacer de padre y de madre con dos trabajos porque él no estaba. Conozco los caminos difíciles y los fáciles y por supuesto que está ahí la tentación del más fácil de todos, que es darse al libre albedrío, salir y todo eso que o te centras o a ver dónde acabas. Tuve la suerte de que mi madre desde muy pequeño me mandaba a campamentos de verano y conocía personas, ideas, culturas y opiniones muy diferentes a lo que yo vivía. Eso te fortalece y te engrandece porque a poco que pongas un poquito el oído y sintonices la melodía de la otra persona. Esa experiencia te da mucho poder y mucha madurez. Luego eso evolucionó al trabajar en ficción en Argentina, México, Colombia, Perú, Estados Unidos… Voy a lanzar un reto.
- ¿Cuál?
- A ver quién se atreve a decirme lo que tengo o no que hacer teniendo en cuenta la de trabajo que he tenido, lo que he viajado y la ilusión que mantengo. Si trabajas en lo que te gusta y encima abres fronteras y posibilidades de otros hobbies, hablaré contigo de frente a frente. Mientras tanto, a callar.
- ¿Eres optimista con lo de romper el estigma de cara a la segunda parte de tu carrera?
- Eso espero, aunque estoy ahora pesimista. Hay un punto en que no sé si la he liado con el libro y si va a ser peor, porque van a decir: «Este cabrón, que encima no para de currar en lo suyo, ahora también se mete con esto». Desde luego que voy a seguir escribiendo, no sé si tendré la suerte de que me vuelvan a publicar o no, pero he encontrado un ejercicio que me encanta, igual que sigo jugando al pádel y sigo haciendo surf. No es mi plan B profesional, pero a nivel sanador y de salud mental te ahorras unas cuantas terapias.
- ¿El plan B sigue siendo Psicología?
- Quiero retomar la carrera, que la tengo un poco abandonada. Si todo se tuerce, me podré poner un despachito y hacer coaching a todos aquellos actores y actrices que están en desacuerdo con cómo va su carrera, que tengo experiencia [risas].
- Eres muy del Atleti y uno de tus papeles soñados es hacer de Luis Aragonés.
- Hombre, claro, sería la hostia. Me fascinaba cómo hablaba [imita a Luis]: «Usted no me venga a decir y venga y póngase ahí y tal» [risas]. Me recordaba un poco a mi abuelo materno y tenía muchos cojones, la verdad. Es un personaje fascinante que me encantaría interpretar, una de esas personas que generan una diferencia en el ámbito que sea. Recuerdo cuando vi ‘Erin Brockovich’, con 11 años, que la lucha de esa mujer me emocionó. Esos son los papeles con los que sueño… y no me llegan. ¿Qué sucede en ‘Horizonte Artificial? Que los personajes no tan mediáticos tienen mucho de dónde tirar.
- En realidad, la protagonista, directiva e hija del fundador de un imperio textil, evoca a Marta Ortega e Inditex.
- Quizá la haya tenido en cuenta a la hora de facilitar el trabajo a la imaginación del lector. Además, es un tipo de empresa que exporta a todo el mundo y me permitía jugar con países como México o Colombia, que a mí me han dado mucho y ahora ellos están viniendo a España y se están encontrando el patio de recreo.
- ¿A qué te refieres?
- Creo que hace tiempo ya que hemos entregado la llave de España y eso nos va a hacer tener que agachar la cabeza y aceptar las consecuencias que pueda tener o que haya equis muertes, violaciones y demás. Es más difícil decirle a la gente que no tiene como subsistir que cumpla la ley.
- ¿Crees que hemos abierto demasiado la puerta a la inmigración?
- Hay otros países mucho más estrictos. Yo, por ejemplo, me fui a estudiar a Australia y el tema de los visados era dificilísimo. No estoy contra la inmigración, pero creo que el modelo está fallando y mejor lo dejo, que no soy un experto. La gente cree que soy muy bocachanclas y a veces les doy la razón [risas].