Este ha sido el mes de las divas del pop en Barcelona. Si el fin de semana pasado el público del Primavera Sound se dejó la garganta y la energía en los conciertos de Charli xcx, Sabrina Carpenter y Chappell Roan, este fue el turno de las y los fans de Billie Eilish. Las entradas para los conciertos del 14 y 15 de junio en la capital catalana, las dos únicas paradas en España de la gira de presentación de su último disco Hit Me Hard and Soft, estaban más que agotadas y en la cola para entrar al Palau Sant Jordi se oían lenguas de muchos sitios diferentes. En plena juventud -porque no había mucha gente en ese concierto que se cubra las canas- barreras como los kilómetros o incluso los precios desorbitados de los tickets no son lo suficientemente altas como para frenar la devoción musical.
La organización del fandom de Billie Eilish a través de las redes sociales es digna de reseñar. Para estos conciertos, el club de España elaboró un ‘fan project’ (una serie de actividades destinadas a mostrar apoyo a un artista en directo) con acciones como cambiar el color de la luz de los móviles a través de una app para ‘teñir’ la pista o gritar «guapa y reina» después del tema Therefore I Am. Unas palabras que se intuyeron porque a esas alturas de la sesión -fue la cuarta canción- el fervor del público se había convertido en un barullo de chillidos indescifrables. Desde que la artista emergió en el escenario sobre un altar en forma de cubo y entonó Chihiro, el griterío fue casi constante. De hecho, incluso Tom Odell, el telonero, se llevó su buena ración de chillidos.
Billie Eilish llena estadios y los abraza con su voz, que aspira a las notas altas sin perder ese toque de susurro que la caracteriza. El espectáculo se apoya también en la complicidad con los asistentes, los efectos especiales y en la pericia de la banda que la acompaña, repartida en dos fosos instalados en el escenario. Una considerable tarima por la que la artista correteó en los temas más cañeros como Bad Guy (un auténtico fiestón) y se tumbó para interpretar la balada de desamor When The Party’s Over: «Don’t you know I’m no good for you?/I’ve learned to lose you, can’t afford to». Corazones encogidos, angustia adolescente exacerbada y un silencio que ella misma solicitó a su público. La cantante ha tenido que disciplinar a sus seguidores después de que su tema What Was I Made For?, incluida en la banda sonora de la película Barbie, se convirtiese en el ‘meme del gato triste’ en Internet. En esa versión apócrifa de la canción, la letra se sustituye por ‘miau, miau’ (es bastante divertida, la verdad) y se hizo tan popular que le era imposible cantar la original en los conciertos porque el coro de los presentes sepultaba sus palabras. Esta vez no ocurrió.
La estrella, que en esta gira no está acompañada por su hermano y compañero de trabajo Finneas O’Connell, no escatimó en éxitos ni se enredó con rarezas de su repertorio. Antes de llegar al ecuador del concierto, ya había interpretado hits como Lunch, The diner, ilomilo o The greatest, uno de los temas donde hizo alarde de la potencia de sus cuerdas vocales. Un viaje en una montaña rusa de emociones intensas en el que el karaoke fue casi constante. Por si fuera poco, en algunos momentos -como cuando interpretó Bury a Friend- unas enormes llamaradas emergieron de los fosos en los que se encontraban los músicos que la acompañaban (que quizá hubiesen agradecido más un poco de aire acondicionado). Además, también cogió la guitarra en canciones como la emotiva Your Power, que interpretó acompañada por dos coristas.
De vez en cuando, la californiana cogía una cámara con la que se grababa a sí misma para aparecer proyectada en la pantalla hexaédrica que colgaba del techo. Allí también emergió la imagen de Charlie xcx cuando llegó el momento de Guess, una colaboración de las dos estrellas que supuso uno de los puntos álgidos del evento, que ya se había convertido en una megafiesta discotequera con luces láser propias de las mejores épocas de la ruta del bakalao. Su aparición no era ninguna sorpresa: todos los conciertos del tour son similares con apenas alteraciones en la programación más allá de alguna versión de otro grupo. En Barcelona cabía la posibilidad de que Rosalía se personase en el Palau Sant Jordi para representar junto a ella Lo vas a olvidar, la canción que crearon juntas para la banda sonora de la serie Euphoria. Se sabía que la catalana estaba en la ciudad, pero el encuentro sobre el escenario no se materializó, al menos el sábado. En su lugar, Eilish cantó Halley’s Comet, una composición propia que no estaba en el setlist de otras ciudades,
El bloque final del concierto fue una cascada de hits que dejaron al público exhausto pero con ganas de más: concatenó sentada al piano Lovely, Blue y Ocean Eyes, se recreó en la superlativa L’Amour De Ma Vie y llegó al final con el indiscutible temazo que es Happier Than Ever -el momento de «‘Cause I’d never treat me this shitty/You made me hate this city» puso la carne de gallina hasta al más insensible del pabellón- y Birds Of a Feather. La explosión de confeti que puso el punto final a la actuación materializó el sentimiento de exaltación compartido por miles de almas en comunión. Billie Eilish, que se despidió de su público con reverencias propias de los actores de teatro, demostró que las camisetas XXXL y las bermudas gigantes pueden ser un vestuario de una diva tan válido como los bodies de lentejuelas. Todo es cuestión de actitud y, sobre todo, de talento.