Megan Montaner: «Es un poco decepcionante que sea noticia que una mujer sea fuerte y tenga carácter»

«En total 381», corrige. «Leí que fueron 380», digo. «Ya, pero mejor ser precisos», dice y rompe a reír. Megan Montaner (Huesca, 1987) pertenece, con mando en plaza, a una nueva generación de actores que ha hecho de la televisión su lugar natural. Sin complejos y sin pretenderlo. «Las cosas salen como salen», dice. También, y de la misma manera en posición destacada, es de las pocas actrices que puede presumir de haber escapado de las tipologías que durante tanto tiempo han perseguido a los personajes femeninos en el cine español (y en el otro también): ni amante ni mujer ni paño de lágrimas del muy hombre protagonista. Ella ha sido, de forma enérgica y poderosa, policía, veterinaria, partera… Pero sin pretenderlo. «Soy incapaz de decir por qué ha sido así», insiste. Ahora, en La buena suerte, el último trabajo de Gracia Querejeta sobre un texto de Rosa Montero, rompe, por así decirlo, consigo misma. Sigue siendo Megan Montaner, claro, pero del revés (y hasta mejor): es cine y el suyo es un personaje vulnerable. La entrevista tiene lugar, eso sí, mientras se rueda la segunda temporada de Entre tierras. 381, por cierto, fueron los capítulos de El secreto de Puente Viejo en los que participó. Todo un récord.

La buena suerte habla de paternidades difíciles, tiene lugar lejos de una gran ciudad y uno de sus argumentos es la soledad. ¿Cuál de estos argumentos apela a una actriz de Huesca y, además, madre de dos hijos?
Soy madre y la relación que Pablo (Hugo Silva) mantiene con su hijo es desde luego la pesadilla de cualquier madre. Y yo lo soy. Me afecta y mucho. Pero lo que más me atrae de mi personaje es el hecho de haber crecido huérfana, de centro de acogida en centro de acogida, y que sea ella la que haya tenido de construir una familia a medida. No tiene nada que ver conmigo personalmente, pero me parece una experiencia increíble digna de ser explorada. La familia es un argumento que no envejece porque es ella la que nos hacer ser lo que somos. Saber que siempre va a haber alguien ahí, pase lo que pase, es fundamental.
¿Qué papel ha jugado su familia en su vida profesional? ¿Entendieron que se quisiera dedicar a actuar?
Fue complicado. Viniendo de Huesca y sin ningún tipo de vinculación familiar con la farándula o el mundo audiovisual, cuando se lo comenté la primera vez me miraron como si fuera una extraterrestre. Pero me dieron la oportunidad sin pestañear. «Si es eso lo que te motiva, adelante», dijeron. Ellos aceptaron ayudarme, pero tenía que poner de mi parte y demostrar el compromiso, que no era solo un capricho. Trabajé en bares para poder pagármelo. El arreglo es que yo pagaba las clases de interpretación y ellos, el piso. O, ¿era al revés? Ya no me acuerdo. Bueno, fue algo así. Digamos que me apoyaron, pero hasta cierto punto. Si la cosa no funcionaba, me dejaron bien claro que tenía que cerrar el chiringuito. Y, bueno, los astros se alinearon, las cosas funcionaron y hasta hoy…
Se habla mucho últimamente de la irrupción de la mujer en el audiovisual. Sin embargo, en su filmografía no figuran tantas directoras. Gracia Querejeta es casi una excepción…
La realidad es la que es y todavía queda mucho camino. Hay muchos más hombres que mujeres dirigiendo. Ojalá llegue el momento en que se dejen de hacer estas preguntas. Eso querrá decir que lo que no debería ser noticia ya no lo es. A los actores hombres nunca se les pregunta por los directores hombres con los que trabajan. En el caso de Gracia, ya no es solo que sea mujer, además es amiga y llevamos muchos años trabajando juntas. El nivel de entendimiento con ella es máximo. A ella le gusta probar cosas diferentes constantemente y eso me da la vida. Me obliga a abandonar todos esos pequeños vicios y trucos que con el tiempo es inevitable que desarrolles.

Cuando empecé, el arreglo con mis padres es que yo pagaba las clases de interpretación y ellos, el piso

¿Siente que el cine no le aprecia como debería?
Si la pregunta es por qué no me salen más proyectos de cine, pues ya me gustaría tener una contestación. Confieso que tengo una espinita ahí clavada. Pero bueno, la tele ha cambiado y hay muchos directores de cine que han pasado a hacer series de televisión. La tele ahora es otra cosa. No sé. No está en mi mano y la vida de un actor está sujeta a que te llamen. Quizá si de repente me llamaran para hacer tres películas interesantes podría experimentar un efecto llamada. No sé.
Durante demasiado tiempo las mujeres que aparecía en el audiovisual español ocupaban un papel subalterno del hombre. No es su caso. Su filmografía está plagada de personajes enérgicos con su propia agenda…
Tampoco sé cómo responder. Imagino que es cuestión de suerte. No oculto que también me gustaría dar vida a más mujeres vulnerables como en La buena suerte. Pero hay que reconocer que es un poco decepcionante que sea noticia que una mujer sea fuerte y tenga carácter. Imagino que tiene que ver con el hecho de dónde venimos. Mi primer papel cuando tenía 22 años fue el de una mujer protagonista en una serie diaria. Era una partera y con un carácter muy fuerte. Y, además, en una época en la que, como dice, las mujeres eran siempre las últimas de la fila relegadas a ser la pareja, la amiga o la acompañante de. Imagino que eso marcó el camino de lo que vendría después. De todas formas, y gracias a que hay más mujeres directoras, eso está cambiando. Quiero imaginar que se trata de un proceso en el que no hay vuelta atrás, pero cuidado con dar las cosas por sentadas. El mundo está muy loco y siempre se puede retroceder.
¿Cómo vivió ese personaje, Pepa en El secreto de Puente Viejo, que le ha acompañado durante tanto tiempo?
Lo viví con muchísima presión. Me pasaba la vida estudiando.
¿Ser un mismo personaje durante tanto tiempo puede llegar a ser una carga?
Yo estaba y sigo estando muy orgullosa de Pepa, pero sí es cierto que, llegado un momento, sientes un poco de pánico. ¿Seré capaz de que me vean de otra forma después de tanto tiempo?, me preguntaba. Y de hecho, aunque fue mucho tiempo con él, podría haber seguido mucho más. Pese a los 381 capítulos, me fui muy pronto. Me dije que era suficiente. Fue un personaje que tenía que quitarme de encima para poder seguir adelante. Mucha gente me paraba por la calle para decirme que su abuela era fan de la serie y luego acababan por confesar que ellos también la veían. Es curiosa esa reacción. Hay mucho prejuicio.
Toca preguntar por los efectos de la fama…
En mi caso todo es muy normal y llevadero. Pese a salir en la tele todos los días, he vivido y vivo con una tranquilidad absoluta. Y que dure.
La película habla algo de las redes, de la influencia de las pantallas en la vida… ¿Cómo lo lleva?
Como madre, me da pánico. El otro día escuchaba al cantante Ed Sheeran decir que ni siquiera tenía teléfono móvil. Me parece lo más sano. Al final, efectivamente, nos convertimos en unos autómatas antisociales que solamente somos capaces de socializar por redes y eso no tiene ningún sentido. En las redes se vive en un mundo idealizado que no existe. Mis hijos son aún pequeños, pero me horroriza pensar el momento en el que se tengan que enfrentar a eso.
En todas las notas biográficas que aparecen de Megan Montaner lo primero que se cita es que fue maquilladora antes de actriz. ¿A qué se debe esa insistencia?
Ni idea, pero me hace gracia. Me divierte que se diga que fui maquilladora antes que actriz cuando en el día a día apenas me maquillo.