Acerbi, el caótico verdugo del Barça: «salvado» por el cáncer, acusado de racismo y con tatuajes de una película de dibujos

En el minuto 92, segundos antes del desastre, ningún aficionado del Barcelona hubiera creído que en sus desvelos aparecería el león Álex, la hipopótamo Gloria o el rey lémur Julien y mucho menos el jefe de los pingüinos chiflados, los culpables del todo. A esas alturas de la vuelta de las semifinales de Champions ante el Inter, con 2-3 en el marcador, la afición azulgrana ya no quería marcha, marcha. Pero el defensa italiano Francesco Acerbi apareció en el área pequeña, se anticipó a Ronald Araujo, marcó el gol que llevaba el partido a la prórroga y celebró con sus tatuajes al aire. Unas alas en la espalda, un millón de frases por todos los lados y, entre la amalgama de tinta en su cuerpo, los personajes de Madagascar, la película de animación de DreamWorks que triunfó en 2005. Delirios de juventud.

A Acerbi le apodaban ‘Leone’, en algún momento quiso tatuarse varios leones famosos, de Mufasa a Álex, y un personaje llevó a otro, nadie sabe muy bien por qué. Tampoco se conocen los motivos de las ausencias de la cebra Marty y la jirafa Melman, como tantas otras cosas de Acerbi.

Un futbolista tan peculiar como controvertido, tan ejemplificante como criticable. Que este martes, a sus 37 años, marcara su primer gol en Europa, un gol para la historia, sólo es un episodio de una vida muy vivida.

La muerte de su padre y el cáncer

Formado en el Brescia y el Pavía, Acerbi pasó su juventud al borde del amateurismo en Italia, jugando incluso en la Serie D y no debutó en la Serie A hasta los 23 años. Puro central ‘azzurri’, duro y bueno en el juego aéreo, su carácter y su zurda le llevaron del Chievo al Milan, pero la élite le vino a buscar en el peor momento. Cuatro meses antes de convertirse en ‘rossoneri’ en 2012 había muerto su padre y, con la pérdida, cayó en el alcoholismo.

«No me respetaba, no respetaba mi trabajo, ni a quienes me pagaban. A menudo llegaba al entrenamiento ‘achispado’, sin haberme recuperado de los efectos del alcohol. Físicamente me encontraba bien porque siempre he sido fuerte. Me valía con dormir un poco para rendir», confesó sobre aquella época en una entrevista con la revista ‘L’Ultimo Uomo’. Por suerte lo rescató la medicina, aunque no fue un tratamiento de desintoxicación, si no una quimioterapia.

Después de fracasar en el Milan fue traspasado al Sassuolo y en el reconocimiento médico le detectaron un cáncer testicular. Fue operado y llegó a jugar pocas semanas después, pero una recaída le obligó a parar durante meses y, entonces sí, a replantarse su carrera, sus adicciones, su vida.

«El cáncer fue mi suerte. Doy gracias a Dios por tenerlo. Descubrí que estaba enfermo en julio de 2013, nada más llegar al Sassuolo. Me operaron y seguía comportándome como un no profesional fuera del campo. Por fortuna alguien de ahí arriba me amaba y me envió de nuevo la enfermedad. Sin ella hubiera terminado muy mal. Nadie me hubiera salvado. Sin la enfermedad habría acabado jugando en la Serie ‘B’ o, tal vez, me habría retirado. Estoy satisfecho de la persona en la que me he convertido a pesar de todas mis deficiencias», afirmaba al mismo medio quien, tras su regreso a los campos de fútbol, ya empezó un ascenso lineal.

Fuera de la selección

Titular en el Sassuolo hasta llegar a debutar como internacional por Italia, en 2018 le fichó la Lazio de Simone Inzaghi, celebró su primer título -la Coppa de aquella temporada- y en 2022 se fue con Inzaghi al Inter. Ya habitual en la Italia que ganó la Eurocopa de 2021, aunque suplente de Bonucci y Chiellini, el año pasado protagonizó una polémica que le apartó temporalmente de las convocatorias.

El defensa del Nápoles Juan Jesus aseguró que había recibido insultos racistas de él («me dijo vete negro, solo eres un negro»), aunque semanas después Acerbi no fue sancionado por falta de pruebas. Este martes, en la vuelta de las semifinales ante el Barcelona, después de frenar varios ataques azulgranas, encararse con Iñigo Martínez y con quien se le pusiera delante durante más de 90 minutos, marcó el gol de su vida. Para siempre, entre la afición culé, quedará el recuerdo de su físico ideal.