Paula Sevilla se cuelga el bronce de la inocencia en los 400 metros del Europeo indoor

Un mes, sólo un mes, un mes exacto, ¡menudo mes! Hace un mes, el 8 de febrero, Paula Sevilla se presentó en el Campeonato de Madrid de pista cubierta con el gesto torcido. Velocista de siempre, especialista en los 200 metros, por ser castellano-manchega no le habían dado plaza para su distancia y sólo le permitían participar en los 400 metros. El doble de sufrimiento, el doble de agonía… ¿Para qué correr? A sus 27 años, se planteó quedarse en casa. De hecho, iba a quedarse en casa. Pero a última hora decidió probarse.

En las distancias cortas, los 100 metros, siempre se había visto eclipsada por amigas suyas como Maribel Pérez y Jael Bestué y en el fondo sabía que algún día tendría que probar con alargar sus sprints. Lo que ocurrió sorprendió a todo el mundo, sobre todo a ella. De repente, por accidente, nació una cuatrocentista de clase mundial. En su debut registró una marca estratosférica, 51.79 segundos, y se convirtió en la segunda mejor española de siempre, sólo por detrás de Sandra Myers. ¿Había sido casualidad? Imposible.

Un mes después, sólo un mes, un mes exacto, Sevilla se colgó este sábado su primera medalla internacional: bronce en los 400 metros del Europeo indoor. Con la inocencia de quien todavía no sabe por qué es tan buena, la española se atrevió a retar a especialistas como la neerlandesa Lieke Klaver, que se llevó el oro, casi sin querer, todo por instinto. Si en las rondas previas había dominado las carreras desde el frente de la cabeza, en la final se vio rebasada de inicio por Klaver y por la noruega Henriette Jaeger, pero tampoco perdió los nervios. El tercer puesto era suyo y suyo fue hasta la meta. Tan obstinada fue en su lucha por el podio, tan claro lo tenía, que paró el reloj en 50.99 segundos, un tiempo inimaginable, el mismo que registró Myers en su récord de España en 1991.

Al acabar, en la celebración, se la veía tan contenta como mareada. Los gajes de la distancia. Inhabituada a los efectos del ácido láctico, en los últimos días había confesado que siempre que corría los 400 metros acababa vomitando y después de su éxito no se libró del rito. Si sigue compitiendo en los 400 metros, un camino ahora más que probable, acabará acostumbrándose. Otra cosa será que se habitúe a aparecer en los medios de comunicación, incluso a que la reconozcan por la calle.

Refugiada en su pueblo

Sus mayores éxitos hasta ahora habían llegado como componente del relevo 4×100 español, con compañeras como las propias Pérez y Bestué, con quien fue finalista del Mundial de Eugene 2022 y de tres Europeos. Y por eso nunca había estado bajo los focos. Después de aquella sorpresa en el Campeonato indoor de Madrid y más después de imponerse en el posterior Campeonato de España, Sevilla empezó a ser reclamada y se agobió. Residente en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Madrid, tuvo que marcharse a su pueblo, La Solana, en Ciudad Real, para alejarse y tranquilizarse. Ahora, ya medallista europea, recibirá más atención y quizá empiece lo difícil. De repente, por accidente, se ha convertido una cuatrocentista de clase mundial, en sólo un mes.

Su felicidad completa contrarrestaba con el desencanto de muchos de sus compañeros en la misma jornada. Después del oro de Ana Peleteiro en el triple salto y del bronce de Lester Lescay en la longitud, España contaba con varias opciones de medalla y se quedó con varios ‘casis’. Iñaki Canal se quedó a un suspiro del bronce, cuarto en los 400 metros; Fátima Diamé fue quinta en la longitud; y Guillem Crespí terminó sexto en los 60 metros. Este domingo es el turno de Josué Canales en los 800 metros (17.27 horas), Marta García en los 3.000 metros (17.36) y los dos relevos 4×400, quizá nuevamente con Sevilla en el equipo.