Mario Casas: «Sé que hay gente que sigue pensando que no soy buen actor, pero ya no me afecta como antes»

Mario Casas (A Coruña, 1986) está rodando una peli en la que hace de franquista y lleva un bigotillo cuando menos complicado, pero lo defiende con dignidad. Poca sorpresa. Pide un café, se sienta sonriente y, pese a que quedan trazas de timidez, habla con una calma y una seguridad que demuestran lo lejos que ha llegado en una carrera que estuvo bajo sospecha mucho más tiempo del razonable. Ya no. Un Goya, un protagonista tras otro y el debut como director han fulminado los clichés y le han convencido de volver a aceptar un rol de galán romántico clásico, con raya a un lado y todo, en ‘El secreto del orfebre’, que se estrena el 28 de febrero.

Es un tipo de papel que marcó tus inicios y del que te alejaste adrede. ¿Vuelves porque ya no tienes nada que demostrar?
Bueno, sí queda por demostrar. Siempre queda. Soy un tipo bastante obsesivo en cada trabajo, sea del género que sea. Tengo la necesidad de seguir demostrando que valgo y, a veces, no tanto a los demás como a mí mismo. Demostrarme que puedo crecer como ser humano, como actor y crear personajes distintos. La madurez y la edad también te dan eso, la posibilidad de aportar muchísimas más cosas y matices a los personajes. Por ejemplo, en esta película para mí es un reto trabajar la voz o el lenguaje corporal de un personaje más mayor, porque tiene 44 años y…
Joder, cabrón, no te puede parecer viejo un tipo de 44 años.
[Risas] Sí, es verdad, yo tengo 38, ya estoy ahí, pero cuando me lo propusieron tenía 35. Pero es cierto siempre siento que me tengo que demostrar algo y cuando dirijo, lo mismo. Estoy constantemente queriéndome demostrar que puedo tirarme a la piscina y que voy a flotar y a aprender. En cuanto a los prejuicios externos o lo que piensen de mí los demás, sé y asumo que hay gente que va a seguir pensando que no soy buen actor, que no le habré interesado nunca ni le voy a interesar.
¿Hagas lo que hagas?
Claro, lo que pasa es que ya no me afecta como me afectaba. Todos tenemos actores y actrices que nos gustan más o con los que empatizas. Hay espectadores que no van a empatizar nunca conmigo por lo que les transmito, por mi cara, por mi voz o por lo que sea. A mí me pasa también. Hagan lo que hagan, Robert de Niro y Al Pacino me parecen la hostia, pilares fundamentales en la historia del cine, pero lo hablo con mi madre y con mi hermano pequeño y a lo mejor no les gustan tanto o creen que sobreactúan. Respecto a mí, durante mucho tiempo se me quiso colocar en el rol de chico guapo para un público adolescente. Yo lo notaba. Me lo decían por la calle, me lo decían en la prensa, me lo decían en las sesiones de fotos, me lo decían en los despachos… Era el chico que se quita la camiseta y punto. Era una cosa palpable en mi día a día y hay gente que no va a salir de ahí.
Pero esa imagen ha cambiado, aunque ha habido una resistencia excesiva. En ‘Grupo 7’ ya clavas un papel serio y complejo y es en 2012.
Sí, ha cambiado porque han pasado 20 años desde que empecé y, antes o después, la gente se va rindiendo. Hablas de ‘Grupo 7’, que es cierto que es una película muy importante en mi vida y a raíz de la cual empiezo a ver un cambio en cómo me miran la crítica, los directores y los productores, pero para mí no es el primer gran papel que hago. En 2009 ruedo ‘La mula’ y, en mi opinión, es un personaje que puede estar al mismo nivel o mejor que el de ‘Grupo 7’. Y ese mismo año hago ‘Fuga de cerebros’, que es una comedia romántica a la americana y es otro registro que se aleja mucho del cliché. Lo que pasa es que el éxito de ‘Tres metros sobre el cielo’ o de ‘Palmeras en la nieve’ me encasillaba como galán y ha sido difícil sacarlo de la cabeza de la gente. De hecho, aún no lo he conseguido del todo.
¿De verdad crees que aún hay gente que duda de que seas un buen actor?
Seguro, forma parte del juego, lo que pasa es que he aprendido a llevarlo mejor. Por eso ahora no tengo problema en volver a hacer un galán en una historia de amor. Me ofrecen un personaje más maduro, más adulto y que me gusta y digo: «Oye, pues vamos a hacer esto». A lo mejor hace unos años lo habría rechazado por huir del cliché, pero ya no me importa.
Te reencuentras con Michelle Jenner 15 años después de ‘Los hombres de Paco’.
Reencontrarme con Michelle es un regalo increíble. Ella es parte de mi vida en lo personal y en lo profesional desde mucho antes de la serie porque, siendo niños, los dos hacíamos publicidad, vivíamos en Barcelona y nos encontrábamos en los castings. Cuando yo entro en ‘Los hombres de Paco’, la serie ya estaba en marcha, había una familia creada, yo era joven y bastante tímido y tanto Michelle como Hugo [Silva] me acogieron muy bien y me ayudaron un montón. Los quiero muchísimo.
Demostráis ambos que no todos los niños actores acaban mal.
Bueno, de momento [risas]. Por ahora, de la cabeza estoy bien, creo.
¿No se te ha ido nunca en estos años?
No de un modo continuo, aunque con la fama exagerada sí se te puede ir a veces la pinza en momentos concretos. Eres un ser humano y te puedes equivocar con la gente. A veces das una mala contestación a alguien que te está pidiendo una foto o un autógrafo y te pilla muy girado, en muy mal día o te ha pasado algo. Para mí, hablar mal a una persona que no sabe lo que te está pasando es que se te vaya la pinza. De eso sí he podido pecar alguna vez.
Bueno, es un pecado venial.
Sí, no se me fue nunca la cabeza en plan a lo bestia, pero convivir con la fama es un proceso que he ido viviendo y ahora veo desde otra perspectiva completamente distinta. Cuando todo esto estalló, yo era un crío y no estaba preparado, empiezo a estarlo ahora. Por eso, cuando veo a estos chavalitos jóvenes que salen hoy y se hacen superfamosos de golpe, pienso: «Hostia, peligro. Ojalá estén bien acompañados y tengan a gente al lado que los arrope, porque ahí se juegan su carrera y ahí es donde se te puede ir la pinza». Si superas esa primera fase y sales vivo, ya vas madurando, sigues en la profesión, trabajas y es mucho más fácil encaminarse hacia el sitio al que tú quieres ir, que es ser actor. Pero veo a chavales y, hostia, me acojona. Yo estuve muy bien arropado, con gente que me cuidó pensando en mí y no en ellos, y aún así lo pasé mal muchas veces. Cuando tienes tanta fama y haces tanto ruido, es peligroso.

¿Cuánto te ha liberado irte a vivir al campo?
Se ha hecho mucha bola de eso y, en realidad, mi educación siempre ha sido en el campo. Lo que pasa es que comenté en una entrevista que había vuelto a vivir allí, a 25 minutos de Madrid, solo con mis perras, y ha llamado mucho la atención, pero para mí es lo normal. Yo estoy descubriendo ahora la felicidad, a esta edad, con una carrera detrás, con mi familia, con amigos, con mi casa, mi campo y mis perras. Necesitaba esa paz para ser feliz. Con 25 años, obviamente, no quería ni oír hablar de paz, quería comerme el mundo o no sabía ni lo que quería [risas], pero ahora sí lo sé y la etapa en la que estoy seguramente sea la más feliz de mi vida.
La ambición de los 25 está sobrevaloradísima, por suerte se va quitando.
Ya ves, aunque hay gente más lista que otra. Yo veo a Óscar [su hermano, también actor], que tiene 26 ahora, y me asombra la capacidad que tiene. Lo miro y digo: «Hostia, yo a su edad no era así, tío». Óscar piensa, es listo, no se vuelve loco… Joder, ha salido mucho mejor que yo [risas].
Bueno, Óscar ha tenido en ti una referencia de cómo es ese camino que tú no tuviste.
Es lo que dice él, me llama su pilar, y supongo que mi experiencia algo le ayudará. Yo iba a ciegas cuando empecé. Me fui solo con 17 años a otra ciudad, Madrid, a estudiar interpretación y trabajar de lo que pudiera, pero yo no pensaba o, al menos, pensaba mucho menos que Óscar. Sabía que quería ser actor, que era mi sueño e iba trabajar lo máximo posible y ya está. Hasta ahí llegaba y fui a puro instinto y sin parar. Ahora, desde los 34 o 35 años, he notado que para mí la paz ha empezado a estar en las cosas pequeñas. Ya he vivido mucho, he conocido a un montón de gente, he disfrutado mucho de la vida, he trabajado, he salido, he arriesgado… Ahora ya casi todo eso me da igual. Lo que me importa es que estoy haciendo lo que me gusta y quiero vivirlo en paz. Disfruto de escribir cada vez más y dirigir es mi meta.
Te estrenaste en 2023 con ‘Mi soledad tiene alas’. ¿Te ves ya más como director que como actor?
Sí, sí. Voy a seguir actuando, claro, pero la experiencia fue la hostia y ya no salgo de ahí. Bueno, no salgo si me siguen dando la oportunidad, claro, que eso no depende sólo de mí. Si me la dan, lo voy a hacer porque pensando en el futuro me veo más ahí. Sacar una peli adelante lleva muchísimo más esfuerzo y tiempo que protagonizarla. Es un proceso mucho más largo, pero enriquece muchísimo más. A mí me ha cambiado la forma de ver el cine. Hay tantos elementos que desconoces como actor… El actor mira por una ventanita y sólo ve al director: «¿Está contento el director? ¿Lo he hecho bien?». El resto te da bastante igual, pero la dirección es, por encima de todo, trabajo en equipo y eso se me da bien. Sé delegar y sé quitarme mi ego de encima. Incluso lo agradezco.
Viene bien una curita de humildad de vez en cuando.
Claro. A lo largo de mi vida he tenido muchas críticas y ahora no es que no me importen, porque en algún lugar siempre tocan, pero he hecho mucha costra. Entonces, que al ponerme a dirigir una peli haya gente con más experiencia que yo que me diga los puntos flacos de mi película y que me van a ayudar a que sea mejor, es un halago. No te lo tomas como un ataque, el ego lo mandas la mierda y te das cuenta de que te están ayudando y necesitas esa ayuda. Así que, sí, mi lucha a partir de ahora es esa: volver a dirigir una peli, estar detrás de las cámaras.
La industria y ciertos fans se han empeñado en hacer de ti un tío duro que, sospecho, no eres.
[Risas] Es verdad, soy un tipo sensible. Lo he dicho siempre: «No soy ese Mario que quieren vender». Puedes encontrar entrevistas de hace 15 años en las que ya lo decía, pero parece que nadie me hacía ni puto caso. Me considero un tío muy sensible y creo que los actores debemos serlo. Para funcionar en esto tiene que haber una sensibilidad, un autoconocimiento y una predisposición a estar abierto, a escucharte y a sentirte para poder crear personajes. He sido muy sensible desde niño por la educación que me ha dado, sobre todo, mi madre. Y, aparte de eso, vuelvo a lo que te decía antes: el crecimiento personal está en la escucha de lo bueno y lo malo. Al final, yo me muestro como soy aunque tal vez no sea como en ciertos momentos se ha querido transmitir.
Había cierta masculinidad tóxica en aquella imagen que se quiso potenciar.
Sí, hubo una serie de personajes que funcionaban muy bien y hacían que más gente fuera al cine a ver las películas. Es así y es como va este negocio. Entonces, lógicamente, a ese Mario más joven lo querían colocar todo el rato en ese rol para ese target, pero yo sabía que no soy ese tipo de actor y, sobre todo, de persona.
¿Te preocupaba, como referente para muchos jóvenes, lo que transmitían esos personajes?
Yo no me considero un referente como hombre. Como actor, sí, porque hay mucha gente a la que he podido entretener y que me sigue, pero como hombre, como persona, no soy un referente para nadie y no quiero serlo. Por ejemplo, evito hablar de lo que no tiene que ver con mi trabajo, no soy ese tipo de actor que opina de política, pese a que respeto mucho a quien decide hacerlo. ¿Por qué? Porque fuera del grupito de mi familia y mis amigos, a mí la gente no me conoce y quiero que siga siendo así. Lo que pretendo es que se me vea como alguien que entretiene al público y crea personajes para hacer que la gente vaya al cine o vea televisión. Nada más.
Se te ve cómodo en tu piel.
Sí. Más tranquilidad, más paz… He ido buscando mi camino, he trabajado en mí, llevo años haciendo terapia y ahora estoy muy a gusto. He aprendido, he disfrutado, he conocido compañeros maravillosos, lo he hecho lo mejor posible y ahora sé que hay cosas que no puedo controlar y se escapan de mis manos. Hace años me dolía de verdad la crítica, me afectaba, pero ahora simplemente la asumo e intento mejorar. Punto.
De un tema no profesional del que sí hablas es de salud mental.
Sí, porque la salud mental es una de las cosas más importantes del mundo y yo llevo años trabajando en ella, con altibajos, y sé que es fundamental cuidarla y acabar con el tabú que ha sido tanto tiempo. Es un lugar donde todos debemos trabajar si hay la posibilidad, porque sigue siendo un privilegio y hay mucha gente que no tiene los medios. Ese es un tema a arreglar. Yo he tenido la suerte de poder trabajar en mí y llevar un proceso para conocerme más, enfrentarme a mis miedos, a las mierdas y a los huecos. Sin eso, no estaría en este lugar feliz en el que estoy ahora.