Alcaraz aprueba su asignatura pendiente en Rotterdam: también es campeón bajo techo

La memoria custodia el recuerdo de la primera gesta de Rafa Nadal, una remontada en la final del Masters 1000 de Madrid de 2005 ante Iván Ljubicic. Había perdido los dos primeros sets -entonces se jugaba a cinco-, pero no perdió el partido. Resucitó como rito iniciático, como haría después tantísimas veces. Aquella victoria aún se mantiene viva porque lo merece y por su singularidad: a los 18 años, Nadal ganó su primer y único título en pista dura bajo techo. Este domingo, Carlos Alcaraz igualó los trofeos de su compatriota en esas condiciones con su triunfo en el ATP 500 de Rotterdam.

Como le ocurría a su ídolo, su tenis luce menos sobre una superficie dura y aún menos en un recinto cerrado, pero las características del circuito le obligan a brillar en él y poco a poco lo está consiguiendo. Después de demasiadas derrotas -llevaba un balance de 17-11 en encuentros así-, se llevó por fin una alegría después de superar a Álex de Miñaur por 6-4, 3-6 y 6-2 en una final que desnudó virtudes y defectos. «Ha sido una semana fantástica, no me sentía al 100% porque pasé por un constipado, pero estoy feliz por el título», confesó en la ceremonia de entrega de trofeos.

La final estuvo lejos de ser el mejor partido de Alcaraz de la semana, incluso fue lo contrario. El esplendor de sus semifinales ante Hubert Hurkacz -y de encuentros anteriores- quedó apagado entre errores. Si se proclamó campeón fue gracias a su madurez. En el pasado, especialmente en algún final de temporada, quizá se hubiera perdido por esa idea tan propia de que siempre debe jugar bien o, aún más difícil, bonito. Pero este domingo no fue así. Pese a que De Miñaur le exigió, pese a que hubo más tensión de la que muestra el marcador, Alcaraz resolvió en el tercer set con la cabeza fría. Hay que rebuscar mucho entre las estadísticas para encontrar una victoria suya con tan mal balance entre golpes ganadores y errores no forzados-19 por 34-.

El ataque al revés

De Miñaur, seguramente el mayor especialidad defensivo del circuito ATP, un tenista muy veloz, empezó nervioso, pero en el segundo set encontró un agujero en el juego de Alcaraz y a través de él estuvo cerca de arrebatarle el título. Al revés, al revés, al revés. El australiano de madre española, formado desde pequeño en Alicante, atacó una y otra vez al revés de Alcaraz y éste nunca lo afinó. En cada juego se repetían los fallos con ese golpe mientras el servicio iba y venía, a veces liberación, a veces condena. Sólo en el último periodo, con De Miñaur ya cansado -también había pasado por un resfriado- y perdido en su saque, Alcaraz pudo divertirse.

«Ha sido un partido muy complicado, ha habido nervios, ha habido situaciones incómodas, pero estoy muy contento de haber mantenido la calma», analizó Alcaraz, el primer español capaz de dominar en Rotterdam después de las finales perdidas de su entrenador, Juan Carlos Ferrero, en 2004 y del mismo Nadal en 2009.

Sin contar las ATP Next Gen Finals y la amistosa Laver Cup, Alcaraz apenas había llegado a semifinales en torneos indoor, en el ATP 500 de Viena de 2021, el ATP 500 de Basilea de 2022 y las ATP Finals de 2023, y ahora ya tiene un título. El éxito, además, inaugura su cuenta en 2025 después de la decepción del pasado Open de Australia, donde cayó en cuartos de final, y le aúpa en el ranking ATP. Los 500 puntos del Rotterdam se le suman casi al completo para acercarle al número dos de Alexander Zverev. Ahora ya sólo les diferencian 625 puntos con Jannik Sinner, dominador absoluto de la lista, todavía muy lejos.

Después de la celebración, Alcaraz volverá a su casa en Murcia para alejarse del todo de los virus y preparar mínimamente su próximo torneo, otro ATP 500, en este caso en Doha, en este caso al aire libre, del 17 al 22 de febrero. Luego ya llegará la gira americana de marzo, con los Masters 1000 de Indian Wells y Miami, y meses y meses de tenis al aire libre con la seguridad de que cuando tenga que volver a techarse, el próximo otoño, ya lo hará como posible campeón incluso sobre pista dura.