Cinco películas fundamentales de David Lynch (y Twin Peaks)

Terciopelo azul (1986)

Cada espectador tendrá una idea de lo que es una película lynchiana, pero todas caben en Terciopelo azul. Está la mezcla de videoarte al estilo de Bill Viola con los códigos de la cultura popular americana (las escenas de instituto, la representación irónica de la familia y del espacio doméstico como sacadas de la televisión de los 60…). Está el laberinto freudiano como puerto de llegada y está la representación del mal puro en el personaje de Dennis Hopper. Está Kyle MacLachlan y está Isabella Rosellini. Al verla este invierno como la monja de Cónclave, como no recordarla en Terciopelo azul.

Cabeza borradora (1977)

Lo habitual en los obituarios es leer la obra de los artistas como una clave que permite entender la cultura de su tiempo. Con el primer David Lynch no es tan sencillo hacer ese ejercicio, porque su debut, Cabeza borradora, parecía una película sacada de Alemania, 1930, de la época del expresionismo en blanco y negro. Un hombre al que podríamos describir como personaje kafkiano descubre que tiene un hijo. El niño es un bebé grotesco al que debe cuidar. Su vida se convierte entonces en una pesadilla mucho más desquiciada que cualquier película de aquella edad de oro del cine de terror.

Una historia verdadera (1999)

Si una Historia verdadera merece aparecer en una lista de las mejores películas de David Lynch es porque parece lo contrario de un filme de Lynch, parece hecha para que Lynch se refute a sí mismo y. aún así, sigue siendo una película maravillosa. Parsimoniosa, soleada, sabia, plácida, ilustrada con una música tan inolvidable como las de los mejores días, realista en sus diálogos, dirigida a una forma de aceptación de la vida en lo que tiene de gozoso y de doloroso… Todo eso es Una historia verdadera. Además, por una vez es sencillo explicar su argumento: hay un hombre muy mayor que quiere ir a ver a su hermano y no tiene otra manera que conducir su tractor. Y ya está. Eso y que sale Harry Dean Stanton.

Mulholland Drive (2001)

Después de Una historia verdadera llegó Mulholland Drive, que, de alguna manera, representó exactamente lo contrario. El Lynch freudiano, videoartístico y atormentado de Terciopelo azul aparece aquí llevado hasta el límite de lo hiperestetizado y de lo hipersexualizado, aparece en en una forma de manierismo de sí mismo. Y por eso es fáciñ odiar y amar Mulholland Drive, las dos cosas a la vez. Además, todo está envilecido. La mirada que en 1986 se asomaba al mundo inocente de los institutos y las novias buenas y al lenguaje del kitsch televisivo, en 2001 reflejaba la imagen de la opulencia obscena y de la casi pornografía. La trama era un poco más fácil de entender que la de Inland Empire, pero solo un poco: dos mujeres se encuentran en algún lugar de las colinas de Los Ángeles. Una tiene amnesia y la otra la intenta ayudar a reconstruir su identidad. Después, la cosa termina en pesadilla.

Corazón salvaje (1990)

Hay un Lynch más menos artístico y complejo, más bien cómico y gamberro, lleno de intuición para crear imágenes inolvidables y para trascender. Corazón salvaje no es mejor película que El hombre elefante pero amplía su retrato y conecta al maestro con discípulos como Quentin Tarantino. Nicolas Cage y Laura Dern son un delincuente y su novia. Él acaba de salir de la cárcel. Ella lo recoge en un descapotable que no podría ser más macarra y así empiezan un viaje no muy claro que los lleva a bailar en discotecas (muy bien), a hacer el amor en los hoteles (muy bien también) y a matar gente sin nigún motivo (con mucha saña), porque, en resumen, el mundo conspira contra ellos. Lo gracioso es que la imagen que dejó Lynch de su personalidad, bromista y encantadora, se parece más a Corazón salvaje que a cualquier otra película suya.

Y Twin Peaks (1990)

¿Es Twin Peaks una versión ampliada de Terciopelo Azul, un poco rebajada en su representación del mal y un poco más estetizada? En el fondo sí, aunque también puede que la imagen de Kyle MacLachlan y los paisajes del pueblo maderero nos unan la serie y la película a través de la superficie. Da igual quién fue primero: Twin Peaks fue la obra más influyente de Lynch, la que cambió la cultura televisiva al llenarla de imágenes tomadas de las vanguardias y hacerlas atractivas a grandísimos públicos. Por lo demás, no merece la pena explicar el impacto de la música de Angelo Badalamendi en aquella serie.