Como creyente en la televisión más circense y desvergonzada, recordar el programa de Jerry Springer me enfrenta con mis propias contradicciones como espectador y como persona. Eso hace también Jerry Springer: peleas, cámaras, ¡acción!, miniserie documental recién estrenada por Netflix. Que sea precisamente esta plataforma la que ofrezca este contenido es también muy interesante. Netflix ya incluye publicidad, está en el mercado del entretenimiento deportivo y las emisiones en directo y se sabe que explora la posibilidad de ofrecer programas informativos. Pocos años después de proponer un nuevo modelo de TV radicalmente distinto al tradicional, las plataformas, con la N roja a la cabeza, parecen querer replicar modelos de toda la vida. ¿Estarán sus ejecutivos también planteándose resucitar el espíritu del programa de Jerry Springer? Aquel talk show norteamericano que solía terminar a golpes fue considerado el peor programa de televisión de todos los tiempos pero, como cuentan en Jerry Springer: peleas, cámaras, ¡acción!, sus cifras de audiencias eran tales que sus responsables siempre dejaban para más adelante el debate sobre si no se estarían pasando de la raya. Y entonces se pasaron. Y suavizaron el programa. Y éste se fue a la mierda.
Ahí termina también esta serie documental: aquello se acabó y hoy cuesta creer que existiese. El asesinato de una invitada del programa fue la gota que colmó el vaso. Aunque para algunos de los participantes en Jerry Springer: peleas, cámaras, ¡acción! el punto de no retorno estuvo en otras historias que el programa convirtió en espectáculo: el hombre casado con un caballo, unos del ku klux klan liándola ante las cámaras con capirotes y todo y dos hermanos incestuosos. Ella estaba embarazada. Y ambos bien podrían ser, a su vez, hijos de hermanos. Los invitados de Springer no salían precisamente de los mejores barrios de Nueva York o Los Ángeles. Algunos de sus espectadores sí. «Era como el Coliseo romano», se dice en la serie. Pero su productor nos recuerda que «solo es televisión», algo en lo que el mismo Jerry Springer insistió ante los gobernantes de Chicago, la ciudad donde se hacía su programa. Se especuló con que muchos de los numeritos (y de las peleas) que en él se vieron eran falsas. Sin embargo, la mujer asesinada fue asesinada en la realidad. Como Ana Orantes.
Tengo suficiente experiencia ante las cámaras de televisión como para poder estar orgulloso de no haber sido parte de ningún programa que hiciera el mundo peor. Quizá tampoco mejor, pero es que la televisión es sólo televisión. Con esa excusa en la boca y muchos millones de dólares en ingresos publicitarios en la mente, el programa de Jerry Springer llevó el circo televisivo hasta el extremo: el circo romano televisivo. «Si pudiera emitir una ejecución en directo, lo haría», dijo su productor entonces. Hoy, el mismo tipo no se atreve a decir lo mismo. O a lo mejor los directores de Jerry Springer: peleas, cámaras, ¡acción! han decidido eliminarlo del montaje final porque así la serie funciona mejor. Sí incluyen el testimonio de un productor de Springer, al que su padre, trabajador del legendario Saturday Night Live le dijo: «Lo que yo hago sí es televisión; lo que tú haces no». Jerry Springer no sale. Murió en 2023, tras reinventarse a sí mismo como presentador de TV, batir a Oprah Winfrey, protagonizar sus propios escándalos y escuchar cientos de historias tan tremendas que costaba creer que fueran reales. Lo eran. ¿Lo eran? Da igual, solo es televisión.